Los programas de mano, aún los más humildes, son un efectivo puente entre el espectador y el espectáculo. Ayer asistí a ver El Avaro; solicité el respectivo y procedí a su lectura:
(Primer párrafo) Jean-Baptiste Poquelin, nació en 1922 y mure en 1673... se educa en el aristocrático Colegio Clemont, donde adquire una sólida formación...
De entrada, el mecanógrafo juzgó innecesario adverditr al lector que está hablando de Molière. En seguida, para el escribidor de marras el clásico francés "mure" no muere y "adquire" no adquiere. Si dejamos eso de lado, más sorprendente resulta constatar que el autor de El Avaro, contraveniendo toda lógica, nació en el futuro (1922) y murió en el pasado (1673). Pero también omitamos ese absurdo y continuemos:
(Parte final del segundo párrafo)...encuentra la fórmula para descubrir los secretos del carácter de los seres humanos y volverlos en una fuente de carcacajadas que, sin embargo, que sin duda esconde una feroz visión de la naturaleza humana.
Más allá de la molesta cacofonía estamos ante un perfecto ejemplo de galimatías (¿claridad, dónde te escondes?). Una recomendación para los que empeñan su tiempo en la organización del Festival Internacional Tamaulipas en la localidad: Para la redacción de los próximos programas de mano contraten a un escolar, hará mejor trabajo.
Por lo demás, ante la actuación del señor Rafael Inclán me quito el sombrero. Nobleza obliga.
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