Es el amor, lo bello y lo bueno que nos ocurre lo necesario para sobrellevar la complicada trama de nuestras existencias. Ayer, en su editorial para Reforma, Germán Dehesa lo exponía:
Nosotros, por decir algo, decimos que la vida nos está castigando por tal cosa, o nos está premiando por tal otra. Es falso, a la vida no le importamos ni un pistache. Le somos totalmente indiferentes. De otro modo no se explica por qué a gente tan buena le ocurren cosas tan terribles y a gente tan nefasta no le ocurre nada.
"De nadie digáis que ha sido feliz hasta que no haya muerto", nos advierte Tiresias en "Edipo Rey". Así es y no hay placidez que no pueda casi instantáneamente convertirse en un horror que no se digna darnos la menor explicación. Son tantos los hilos que tejen nuestra vida. Los que llegan como portadores de felicidad hay que atesorarlos, apreciarlos y disfrutarlos. Será dificil atravesar la tiniebla si no tenemos reservas probadas de dicha y de gozo diluidas en el cuerpo. Dice José Gorostiza: "Tiene el amor feroces galgos morados,/ pero también sus mieces, también sus pájaros".
Así las cosas.
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