viernes, 24 de octubre de 2008

Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual


Curioso por conocer, así lo dijo, las mundialmente famosas palmas tamaulipeca, Serrat supo de ellas.

Un cómplice al piano, el Nano y su guitarra, las entrañables canciones y el humor, el bendito humor, bastaron para hacer la magia.

Y vivimos la fiesta! Ya mañana cada uno a sus miserias; en tanto, Serrat probó, cien por cien, ser el mejor. Si digo que se comió la noche, digo poco.

a.a

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