jueves, 9 de septiembre de 2010

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Las razones para ser feliz abruman de tan cotidianas. De anoche a este momento me han visitado tres:

1.- Apenas ayer confesaba mi gusto por las películas de vaqueros, y por la noche, en eso que sólo algunos idiotas continúan llamando “la caja idiota”, me sorprendió un western realizado en 1958, The Big Country, por William Wyler; para quien crea ignorar quién es este señor baste decir que entre las joyas de su orfebrería se cuentan: Roman Holiday, Funny Girl, Ben-Hur… En The Big Country se narra la historia una familia malquistada con otra, ambas dedicadas a la ganadería; la manzana de la discordia es una gran extensión de tierra bendecida con el paso de un río (no hay que pensarle mucho: en el río abrevan las reses). El nuevo dueño de esa tierra en disputa (interpretado por Gregory Peck) dará a esos rústicos clanes una lección de honorabilidad. ¡Si tan sólo tuviésemos un poco de la grandeza del personaje de Gregory Peck, si tan sólo un poco!

2.- Esta madrugada, con el primer café, la lectura de Nocturnos, de Kazuo Ishiguro; acompañándola musicalmente con un tema de Miles Davies: I fall in love too easily.

3.- Hace apenas unos minutos, abrir mi correspondencia de e-mail y dar con una cita atribuida a George Burns: “Me encanta cantar y me encanta tomar whisky. La mayoría de las personas prefieren escucharme tomar whisky.”

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