jueves, 30 de septiembre de 2010

Álvaro Uribe: ars narrativa

Aún no veo El atentado, pero puedo emitir un juicio a priori: como en muchas otras de sus películas, Jorge Fons ha recurrido, para cimiento del guión, a una novela trabajada con talento; en este caso, Expediente del atentado, de Álvaro Uribe (de la que me ocupé en su oportunidad en el Círculo de Lectores).

Uribe, uno de nuestros mejores prosistas en activo, confía a la revista Nexos algo de su ars narrativa:

El austrohúngaro Erich Weisz, mejor conocido como el estadunidense Harry Houdini, era un maestro en el arte de meterse en aprietos. “La celda acuática de tortura china” y “El tanque de leche”, sus dos actos más célebres, consistían diversamente en ponerle grilletes en los pies, colgarlo boca abajo, meterlo en una jaula cerrada con llave y sumergirlo hasta el fondo de una pileta llena de agua. Houdini tenía sólo tres minutos para escapar de esa ardua serie de trampas autoimpuestas, o bien morir. Sin el dramatismo ni por fortuna el peligro implícitos en tamaño espectáculo, yo al emprender cada libro, y cada parte de un libro, y cada página de cada parte, me enjaulo en una trama de reglas asumidas por mi propia voluntad. La premisa de mis restricciones deliberadas es que el párrafo debe ser a la prosa lo que la estrofa a la poesía. De ahí se derivan sencillas ordenanzas de composición, al estilo de: no emplear el punto y coma (o sí, según el caso), no repetir ningún verbo ni adverbio ni sustantivo ni sobre todo adjetivo (salvo cuando haga falta), no incluir el término definido en la definición (para respetar un precepto de la filosofía clásica), no repetir el ritmo ni la longitud ni la estructura de las frases sucesivas (aunque en ocasiones puede resultar interesante), no concluir siempre con palabras acentuadas en la misma sílaba (a no ser que se desee destantear al lector perspicaz), no abusar de los paréntesis (como hago ahora) y tantos otros mandamientos parrafales (por lo común negativos, a imagen y semejanza de los diez del Monte Sinaí) cuantos convengan a un texto en particular. Si se trata de una narración, hay que pensar además en el trazo de los personajes, en los límites precisos (o no) al punto de vista del narrador (o de los narradores), etcétera. Borges (otra vuelta Borges) dijo que con la edad había reemplazado las doctrinas estéticas por ciertas mañas literarias. Temo que ya alcancé esa edad. Una de las muchas diferencias esenciales entre mi oficio y el del escapista es que yo no tengo prisa.

Tampoco sé cuántas de mis manías obedecen al hecho atávico de que escribo a mano. Con un bolígrafo de los más corrientes, que en el siglo pasado se llamaban “plumas de a peso”. En hojas sueltas de papel blanco y sin rayas que sólo ennegrezco por una cara. La verdad es que paso mucho más tiempo fantaseando —mientras miro a mi gata ovillada en la musadora o a las hojas inéditas del clóset o a las inalcanzables flores del flamboyán— que escribiendo. La verdad es que sólo empiezo a escapar de mi jaula voluntaria cuando por fin llega el día de transcribir los párrafos a la computadora. La verdad es que me gusta menos escribir que haber escrito. Y entonces, ya fuera del tanque de agua y envuelto en una muda de ropa seca, morosamente corregir

***

Luto en el cine. Esta semana se han marchado el actor Tony Curtis (el de la imagen) y el realizador Arthur Penn. De Curtis rescataría Some like it hot, una de las películas más divertidas en la historia del cine y, en el caso de Arthur Penn, favorecería su trabajo en Bonnie and Clyde.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Nocturnos


Finales anticlimáticos, personajes en tránsito, el ayer como sombra despeñada en el ahora, y sobre todo música y crepúsculo, son algunas de las características en común de las cinco historias recogidas en Nocturnos, el nuevo libro de Kazuo Ishiguro.

En el relato que comparte el título con la obra, el penúltimo, un saxofonista coincide con Lindy Garner, una estrella de variedades (personaje del que ya algo se nos ha dicho en la primera de las historias del libro) en la clínica de un cirujano plástico (en realidad, en el hotel donde se recuperan de la intervención quirúrgica); aún conservan las vendas de la operación y para matar el tedio conversan y protagonizan un episodio divertido.

Cuando son dados de alta, sus vidas ya no se cruzarán; les espera la vuelta a sus asignaturas pendientes. Cada loro a su estaca, como dicen en Colombia. El músico, por ejemplo, alimenta dudas sobre si la relación con su compañera aguanta un segundo aire o ya tocó fin. Habla con ella. No advierte mayor entusiasmo. Razona:

Cuando ya se despedía le dije “Te quiero”, como suele decirse aprisa y por rutina al final de una conversación con la pareja. Se produjo un silencio de varios segundos y entonces ella dijo lo mismo, de la misma forma rutinaria. Entonces colgó. Dios sabe lo que aquello representó para mí. Sospecho que ya no queda nada por hacer, salvo esperar a que me quiten las vendas ¿Y entonces qué? Puede que Lindy tenga razón. Puede que, como dice ella, necesite poner cierta distancia y, desde luego, la vida no se reduce a amar a una persona.

A la hora de urdir tramas, sin atisbo de duda, Ishiguro es un maestro. Leerle resulta tonificante.

martes, 28 de septiembre de 2010

Los hombres que miran a las cabras



Usted ha de perdonar, pero no puedo evitarlo, cuando veo a esos señores, con la llegada de la primavera, apropiadamente vestidos de blancos, subir a la cúspide de la Pirámide del Sol y extender sus brazos al astro rey, me gana la risa.

Con esa imagen en mente me dispuse a ver The men who stare at goats, largometraje debut del director Grant Heslov, cuyo argumento desarolla lo que ocurre cuando la milicia es tomada por fanáticos del new age; cuando la mente y no las armas son el medio para abatir al enemigo.

Se trata, no podria ser de otro modo, de una pelìcula absurda pero divertida. Vale la pena verla simplemente por el reparto: George Clooney, Ewan McGregor, Jeff Bridges, Kevin Spacey... y un hato de cabras

lunes, 27 de septiembre de 2010

El enigma le Carré



Su padre fue un estafador, hubo de crecer con esa vergüenza. De joven colaboró con el servicio de inteligencia británico. Reputado autor de novelas de intriga, John le Carré, platica con El País:

Los Bancos: son en gran parte responsables del blanqueo internacional de dinero. Si yo o usted se presenta en un banco de Londres con una maleta llena de billetes grandes, probablemente llamen directamente a la policía. Ahora, sí el señor Orloff, prominente hombre de negocios de Moscú, lo hace... yo se lo pregunté a dos grandes banqueros de Londres y los dos me contestaron lo mismo: si presenta ciertas credenciales y quinientos millones de libras, no somos policías, si tiene apariencia legal, será legal. En Rusia no existe el dinero limpio. Me fascinan los mecanismos del blanqueo de dinero… La Rochefoucauld decía que la hipocresía es el peaje que el vicio le paga a la virtud

Hoteles Negros: Lo vi en Panamá por primera vez. Era uno propiedad de [el narco] Pablo Escobar. Allí los llaman hoteles de la cocaína. Son enormes, pero nunca nadie pernocta en ellos. Están vacíos. Si llama, le dirán que están completos. Y cada semana sale un camión repleto de dinero supuestamente procedente del acomodo, del casino y de los restaurantes rumbo a un banco para lavarlo convenientemente.

Rusia, estado criminal: Fueron de los zares blancos a los zares rojos y ahora están bajo los zares grises. Es una nación sin ninguna experiencia democrática. Sospechan de ella. Hay dos cosas que unen a los rusos; aman su país, siempre que pasan dos semanas fuera lo añoran terriblemente, y les aterroriza el caos. En nombre del patriotismo puedes conseguir mucho si eres un político. No digamos ya del miedo al caos. El truco para gobernar un gran país es convertirlo en víctima. Ya sea con ocasión de las Torres Gemelas o la amenaza chechena. Inventamos los enemigos que necesitamos.

Por último, un escritor, señala le Carré, sólo tiene un enigma… y es su propia vida.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Un flamante diputado



Desde que el PRD respaldara hasta la ignominia los caprichos del mendaz Andrés Manuel López Obrador, ese partido, con habilidad supina, ha conseguido sumar una vergüenza tras otra. De la más reciente da cuenta El Universal:

Julio César Godoy Toscano, considerado la pieza más destacada del proceso contra funcionarios de Michoacán por presuntos nexos con el narcotráfico, burló el cerco montado por la Policía Federal, ingresó al Palacio Legislativo de San Lázaro y rindió protesta como diputado del PRD.

Después de 15 meses prófugo, irrumpió en la sesión y de inmediato el presidente de la Mesa Directiva, Jorge Carlos Ramírez Marín, le tomó protesta.

El nuevo diputado, hermano del gobernador de Michoacán, estaba prófugo desde junio de 2009. Aunque ganó la elección en el primer distrito de Michoacán, una suspensión de sus derechos políticos le impidió tomar protesta en septiembre de ese año.

Informes recabados en San Lázaro refieren que Godoy Toscano había ingresado 48 horas antes de que le tomaran protesta y en ese lapso estuvo resguardado en una oficina de la fracción perredista ubicada en el sótano del edificio B de la Cámara de Diputados
Parapetado en su fuero, el valiente diputado Godoy anunció que, ahora sí, enfrentará todas las acusaciones.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Carlos Boyero, responde



Constantemente me pregunto por qué no tenemos entre nosotros un crítico de cine como don Carlos Boyero (colabora habitualmente para el diario español El País). Su pluma es de una honestidad brutal desconocida por las o bien cortesanas o bien quejosas de nuestro país (como en todo, hay excepciones). Además de la sinceridad se le agradece la inteligencia y el humor.

Fue famosa la escaramuza que protagonizó, en su año, con Pedro Almodóvar al calificar de gilipollez a Los abrazos rotos. Quedó claro que a don Carlos no lo arredran las instituciones.

Suscribo muchas de sus afirmaciones; por ejemplo, sostengo junto con él que mucho de lo mejor por ver no está ya en el cine sino en la televisión. Nunca agradeceremos lo suficiente a HBO dos monumentales banquetes: Los Sopranos y The Wire. (Cuando en una navidad futura me obsequien de regalo esas series completas, llenaré los mares con mi llanto.)

Boyero ha rebasado el status de crítico de cine: es todo un personaje. Sus ocasionales charlas cibernéticas con los lectores de su periódico son una delicia, para muestra:

¿Qué tal por San Sebastián? ¿Mejor o peor que en Venecia? (A propósito de los festivales de cine de los que esas ciudades son sede)

Es imposible hacerlo peor que Venecia, pero lo que veo aquí tampoco invita a lanzar cohetes. Dentro de la Sección Oficial, que es la que me toca ver por obligación, solo me ha interesado "El gran Vázquez" y "Pan negro". A cambio de eso, estoy tragándome cosas ante las que no me quedan adjetivos despreciativos e insultos para intentar definirlas. Fuera de ella, he visto un documental extraordinario sobre el alzhéimer que sufre Pasqual Maragall. Además, me han cambiado de hotel después de 25 años, llevo varios días con el estómago hecho una mierda. ¿Tengo que añadir algo más sobre mi estado de ánimo en este Festival de San Sebastián?
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Usted pone a parir a mucho director de festival. ¿No teme que le nieguen la credencial en alguno de ellos?

Me harían un favor excesivamente grande. Le juro que mi interés hacia ellos es nulo. Tampoco soy masoquista. El mayor placer de los festivales era cenar con los amigos. De aquel grupo, solo quedamos Oti Rodríguez Marchante y yo. Y sientes añoranza de los viejos tiempos. En algunos festivales, como el de Venecia, los horarios de programación no te permiten ni comer ni cenar. Estoy demasiado viejo para estas torturas.
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Cuéntenos algo de Julia Roberts. ¿Es tan guapa como parece? ¿Tiene magnetismo?

Es muy fea, no tiene ningún magnetismo, pasaría inadvertida en cualquier sitio. ¿Qué quiere que le conteste? Hay cosas demasiado obvias. ¿A usted le parece un cazo esta señora? Su última película es una gilipollez importante. Teniendo en cuenta que una estrella de su clase puede elegir los guiones y los directores que le de la gana, me parece lamentable que haga tanto cine infame. ¿Qué ocurrirá con ella cuando se le acabe esa impresionante belleza? No me preocupa demasiado. Imagino que ni sus biznietos ni sus tataranietos pasarán hambre
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¿Te leíste "La hoguera de las vanidades", de Tom Wolfe? A mí me marcó bastante, y no te he escuchado hablar sobre él. Un abrazo

Es una novela excelente. También "Todo un hombre", que fue la segunda que escribió. La tercera baja un poco. Pero aún prefiero los reportajes de Tom Wolfe, incluído esa maravilla titulada "Lo que hay que tener". Su escritura me produce tanta admiración como asco su jeta y sus opiniones sobre las personas y las cosas
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Carlos, ¡tu vives de esto o tienes algún negocio?

Tengo inmobiliarias, bancos, prostíbulos, cosas así. Trabajo en esto exclusivamente por placer, porque no puedo vivir sin ustedes.
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Encontré ayer en mi coche el siguiente mensaje: "Hola, mi nombre es Paco. Accidentalmente he golpeado tu coche y alguien me ha visto. Así que finjo apuntar mis datos y dejártelos en el parabrisas. Lo siento". ¿Algún consejo, estimado Carlos? ¿Tú qué harías?

Dedicaría parte de mi existencia a encontrar al cínico Paco y ver cuánta cantidad de dolor puede aguantar un ser humano. Intentaría, por supuesto, que no se enterara nadie de quién había sido el castrador de Paco. Pero si me enchironaran un tiempo, también habría valido la pena

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Chloe



La de la foto, por si acaso no la reconocen, es la actriz norteamericana Julianne Moore. Bueno, lo primero que hay que decir es que no siempre luce así; la cuidada imagen forma parte de su trabajo como modelo de Bvlgari. Lo segundo, y meollo de esta ocasión, es comentar algo sobre Chloe; película del realizador Atom Egoyan.

Un matrimonio bien avenido (Julianne Moore y Liam Neeson) se tambalea cuando ella sospecha que la conducta de él ha dejado de ser modélica. Es entonces cuando las líneas convergen con el tercer vértice del triángulo, una prostituta llamada Chloe (Amanda Seyfried), contratada por la apesadumbrada esposa para seducir a su marido; si éste muerde el anzuelo, su duda mudará en certeza.

Chloe, para asombro del espectador, resultará sumamente talentosa tanto para las situaciones de alcoba como para edificar una mentira.

La película responde a las exigencias del thriller erótico, pero acaso lo más inquietante es que fija la atención en una característica del hombre en virtud de la cual las artes son posibles: su necesidad de recrear la realidad (o la irrealidad) por intermediación de un tercero.

martes, 21 de septiembre de 2010

Félix de Azúa, sostiene:



Procuro ver nuestros noticieros culturales (el que más sintonizo es Noticias 22, conducido por Laura Barrera), advierto que en ellos se abusa de las entrevistas y de las participaciones, vía e-mail o twitter, de televidentes ávidos por comentarlo todo.

Se ha caído en el engaño de creer qué todos tienen algo interesante que decir. Los más divertidos son los soliloquios de bailarines y artistas plásticos. Son buenísimos para verbalizar sobre la nada. Resulta que esos tres brincos, y un arabesco, representan una crítica a la sociedad de consumo; y aquellos trazos en tonos malva y solferino son una diatriba contra el gobierno espurio. A estos señores, salvo contadas excepciones, se le agradecerían dos cosas: que ejecuten su tarea… y cierren el pico.

¿De dónde viene esa manía por leer cuanto comentario emite el televidente, radioescucha o lector, sin mediar criba alguna? En este Blog he recibido, a lo largo de su corta vida, un par de insultos (obvio, quienes los largan, educados en el arte de tirar la piedra y ocultar la mano, omiten firmarlos con su nombre). Ni los publiqué ni les dí respuesta; por una sencilla razón ¿qué se le puede contestar a quien se esconde bajo las enaguas del anonimato?

Una autoridad demuestra que las fiestas del Bicentenario fueron costosas y vanas, por decir algo; de inmediato, el sr. Emérito Menchaca de la Voluntad y Trabajo comenta “Estoy de acuerdo”; en seguida, la sra. Agustina Galván, del Sector Aduana: “Que no está de acuerdo”. Finalmente la lectura de un twitter de soltero69: “Ke ya la dio weba y ke mejor le expliquen de ke se rie la barbi”.

Las entrevistas y los comentarios fatales no respetan medio de comunicación. Es así que leemos una declaración de un ensotanado señor, de nombre Pésimo (¿u Onésimo?), “El estado laico es una jalada”. No se hace esperar la respuesta de hazpatriamataunchilango: “que enrolle su discurso y se lo meta por el orto, así le será de provecho”. Desafortunadas: la declaración y su réplica. ¿Hacia dónde avanzamos entre tanta mierda?

Ocurre lo mismo en los pocos suplementos culturales sobrevivientes. Ríos de opiniones donde las palabras se igualan a la nada. Pero, para regocijo nuestro, no siempre es así.

Todo este largo rodeo para llegar a donde quería. He leído una entrevista (publicada por el suplemento Laberinto, de Milenio) en donde el escritor catalán Félix de Azúa, en un ejemplo mayúsculo del ejercicio de reflexión y claridad expositiva, sostiene:

La realidad y su representación: En el inicio del libro (Habla de su última obra, Autobiografía sin vida) están las cabezas de caballos de Chauvet (se refiere a las pinturas rupestres de los caballos de las cuevas de Chauvet-Pont d’Arc), cuando las vi inmediatamente pensé: las debieron ver los niños que nacían y crecían en el interior de aquellas cuevas; me imaginaba aquellas oscuridades iluminadas por el fuego, los resplandores, y me preguntaba: cuando aquellos niños salían de las cuevas y se cruzaban con los caballos, ¿cuáles consideraban que eran los verdaderos, los que estaban viendo en ese momento o los pintados en las cuevas? ¿Cuáles fueron las imágenes que yo vi y me determinaron sin que yo lo supiera? ¿Qué imágenes fueron aquellas que luego me hicieron comprender la vida tal y como la he comprendido?

Los Partidos Políticos: los partidos no son organizaciones políticas, sino empresas económicas, y no se puede decir que la política es lo que hacen los partidos, la política la hacemos usted y yo, los ciudadanos, los partidos no hacen política, hacen negocio.

Goya y el horror: En Goya se da ese primer paso interesantísimo hacia la representación inmediata del horror. El arte anterior no lo representaba. Delacroix, por ejemplo, tiene un cuadro que es la representación de una matanza, se llama La masacre de Quíos, una ciudad en la que entraron los turcos y mataron a todo el mundo: veinte mil cadáveres, pero la representación de Delacroix no produce ningún horror, es muy hermosa. Goya es el primero que introduce el horror dentro de la representación, pero ojo que esto es arte y en el arte el horror puede estar presente, pero ha de estar siempre en forma afirmativa, que no deprima, que no sea una foto de Auschwitz, que te hace odiar al género humano.

Los escritores coptados por el poder: la mayor parte de los poetas utilizados por el poder no son poetas, son simulacros, imitaciones. Un poeta no se deja utilizar. Mejor dicho, a lo mejor querría ser utilizado el pobre, aunque sólo fuera para comer caliente, pero es imposible utilizar un poeta. Los poetas te meten en unos líos horrorosos. Tú llevas a un poeta a ponerle una condecoración y te puede llegar hecho un asco, ponerse a gritar, querer pellizcarle el culo a la ministra, los poetas son imposibles.

Yo mismo he incurrido en el pecado de proferir boberías. Recuerdo, para vergüenza mía, una entrevista que concedí en la que jugaba a ser Santa Claus. Como sospecho que pudiera reincidir, ya tengo una respuesta preparada para cuando me asalten con semejante vaina: “Vaya usted y pregúntele a don Félix de Azúa, seguramente el sí tendrá algo interesante que decir”.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Siglo de Caudillos



En el siglo que va de 1810 a 1910 tuvieron lugar tres procesos relevantes en la historia nacional: Independencia, Reforma y Revolución.

Ese periodo, para bien y para mal, fue hijo de los vicios y virtudes de los caudillos que lo protagonizaron. No es incorrecto, por tanto, calificar como Siglo de Caudillos a esa centuria mexicana.

Siglo de Caudillos (VI Premio Comillas) fue el libro que consolidó la buena fama del historiador Enrique Krauze. En él ensaya una suerte de biografía colectiva iniciando con la del cura Hidalgo y finalizando con Porfirio Díaz. (De los hombres de la revolución, concretamente, se había ocupado en otro de sus libros, Biografía del Poder.)

En Krauze se aúna el rigor intelectual y el talento empresarial. Prueba de esto último son las empresas culturales que ha animado, por citar dos, la editorial Clío y la revista Letras Libres, heredera del espíritu liberal de Vuelta, de Octavio Paz.

En el marco del Bicentenario, con la lectura de Siglo de Caudillos retomamos las actividades de El Círculo de Lectores. La cita es para el próximo sábado 25 de septiembre, a eso de las 11 am, en la calle Malincheños 27, Recidencial Viveros, domicilio de la sra. Judith Moreno (mayores informes al teléfono: 714 44 85).

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Pecados de mi padre



La vida de Pablo Escobar, el famoso narcotraficante colombiano, fue faraónica: En una de sus fincas montó un zoológico: compró elefantes, fieras, aves exóticas… Regaló millares de casas a familias pobres antioqueñas. Incursionó en la política, tuvo curul en el parlamento y soñó con ser el primer mandatario de su país.

Finalmente, como corresponde a un delincuente, terminó perseguido, escondiéndose como una rata antes de morir acribillado un día de 1993.

Al enterarse de la noticia, su hijo, de entonces 15 años, juró públicamente vengar su muerte. Al poco, se retractó. A sus escasos años comprendió que adentrarse en la espiral de violencia inherente a toda venganza muy poco ayudaría al bienestar propio y al de su familia (su madre y su hermana).

El hijo de Escobar abandonó Colombia, cambió su nombre por el de Sebastián Marroquín y desde hace algunos años vive en Buenos Aires (en compañía de su madre) donde trabaja como diseñador de interiores.

Ignoro en qué momento Sebastián Marroquín conoció al realizador argentino Nicolás Entel pero fue afortunado ese encuentro; de él nacería uno de los más conmovedores documentales que recuerde haber visto: Pecados de mi Padre.

En ese trabajo Sebastián Marroquín desnuda su alma. No pretende justificar los crímenes de su padre, sabe que fueron inexcusables. Pretende y lleva a cabo algo más noble: pide perdón personalmente a los descendientes de dos de los políticos victimizados por su padre.

El hijo de Escobar se expresa correctamente y su discurso suele ser inteligente y emotivo. Es un buen hombre que ha tomado decisiones capitales: renunció al mundo del narcotráfico y denunció públicamente que esa vía no conduce a ninguna parte (sino al dolor propio y ajeno).

Por su ejemplar valentía, Sebastián Marroquín se ha ganado a pulso un lugar entre los hombres libres, a pesar de los pecados de su padre.

Ahora, cuando tanto se habla de la colombianización de México, la exhibición de este documental se torna dramáticamente oportuna. Corran a verlo, antes de que sea retirado de la cartelera local.

El discurso de José María Iglesias



El 16 de septiembre de 1847 ondeó en Palacio Nacional, no el lábaro patrio sino la bandera de las barras y las estrellas; consecuencia de la invasión norteamericana.

Un año más tarde, apoyándose en Dante, Nessun maggior dolore/ che ricordasi del tempo felice/ ne la miseria, José María Iglesias, a la postre uno de los hombres de la Reforma, se lamentaba:

¿Qué responderíamos satisfactoriamente a los héroes de la independencia si volvieran a la vida por un momento para llamarnos a juicio? Ellos nos dejaron un territorio vastísimo, y nosotros le hemos cercenado la mitad: ellos nos dejaron abiertas las fuentes de riqueza inagotables, y nosotros arrastramos ya una existencia envilecida (…) sólo veo faltas y desgracias en lo pasado, faltas y desgracias en lo presente, faltas y desgracias en el porvenir…

A la manera de los mejores críticos, Iglesias no sólo describe el túnel; imagina la salida:

Regeneración, mexicanos, regeneración completa y absoluta en vuestras costumbres… Estamos ya en la orilla del abismo: un paso más y nos precipitaremos en la sima horrorosa de nuestra destrucción.

En esta hora, ¿cuál la resonancia de esas palabras? ¿cuál la vigencia de ese discurso?

lunes, 13 de septiembre de 2010

Agua de Tabasco



Ayer fui invitado por un programa de la radio local para hablar sobre mi estado natal: Tabasco. Lo primero que dije fue que, dada la cantidad de recursos hidrológicos del suelo tabasqueño, hablar de mi tierra era hablar de mi agua.

Recordé en ese espacio que una de nuestras mayores glorias literarias, el poeta Carlos Pellicer, escribió unos versos que aprendí cuando cursaba educación primaria y jamás podré olvidarlos:

Agua de Tabasco vengo
y agua de Tabasco voy.
De agua hermosa es mi abolengo;
y es por eso que aquí estoy
dichoso con lo que tengo.

Cuando dios nos da un don: nos da un látigo, sospechaba Truman Capote. La misma agua que ha contribuido a embellecer a mi estado, justamente motejado como El Edén, también nos ahoga, inunda y diezma.

El que las afectaciones continúen presentándose algo nos dice del fracaso del Plan Hídrico. Pero no me cabe duda de que mi patria chica encontrará el modo de sobreponerse a las adversidades, pues es un pueblo ejemplar como ninguno.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Tamaulipas, El Grito



Desde hace días se sabía que Ciudad Juárez, Chihuahua, cancelaría este año la ceremonia del Grito. El motivo es de todos conocido, a menos que se viva en Finlandia: las autoridades de ese importante municipio fronterizo han sido rebazadas por el crimen organizado. Leo en una nota de El Universal que algunos municipios tamaulipecos harán lo propio.

Dos asuntos:

1.- Si no existen las condiciones necesarias para garantizar la seguridad de los asistentes, es una irresponsabilidad convocar a este tipo de eventos.

2.- Soy de los que consideran que nada hay de malo en sentirnos orgullosos de nuestra mexicanidad. Recelo de cualquier tipo de concentración, por ello tradicionalmente no acudo a plazas o zócalos los 15 de septiembre. Pero en privado, con amigos y familiares, no veo por qué no, animados con un buen tequila, gritar ¡VIVA MÉXICO!
No podemos permitir, ni ahora ni nunca, que una pandilla nos robe la alegría.

jueves, 9 de septiembre de 2010

3


Las razones para ser feliz abruman de tan cotidianas. De anoche a este momento me han visitado tres:

1.- Apenas ayer confesaba mi gusto por las películas de vaqueros, y por la noche, en eso que sólo algunos idiotas continúan llamando “la caja idiota”, me sorprendió un western realizado en 1958, The Big Country, por William Wyler; para quien crea ignorar quién es este señor baste decir que entre las joyas de su orfebrería se cuentan: Roman Holiday, Funny Girl, Ben-Hur… En The Big Country se narra la historia una familia malquistada con otra, ambas dedicadas a la ganadería; la manzana de la discordia es una gran extensión de tierra bendecida con el paso de un río (no hay que pensarle mucho: en el río abrevan las reses). El nuevo dueño de esa tierra en disputa (interpretado por Gregory Peck) dará a esos rústicos clanes una lección de honorabilidad. ¡Si tan sólo tuviésemos un poco de la grandeza del personaje de Gregory Peck, si tan sólo un poco!

2.- Esta madrugada, con el primer café, la lectura de Nocturnos, de Kazuo Ishiguro; acompañándola musicalmente con un tema de Miles Davies: I fall in love too easily.

3.- Hace apenas unos minutos, abrir mi correspondencia de e-mail y dar con una cita atribuida a George Burns: “Me encanta cantar y me encanta tomar whisky. La mayoría de las personas prefieren escucharme tomar whisky.”

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Una de vaqueros



Ante las incesantes fruslerías del verano, soy de los que prefieren pertrecharse en casa y sintonizar canales que exhiben las así llamadas películas clásicas. Por ejemplo, tengo para mí que el cine de Billy Wilder es superior al de cualquiera de esta hora.

A quien se quiera ahorrar, por decir algo, la última masturbación mental de Robert Rodríguez, lo invito a que pruebe con una de vaqueros.

Lo siguiente se lo leí a Catón:

En 1853 había en las planicies de América del Norte 60 millones de búfalos. Después de 30 años quedaban sólo 3 mil. El hombre blanco hizo una bárbara matanza de esos hermosos animales. Los masacró para ganar dinero, sí -2 dólares por cada piel; 50 centavos cada lengua-, pero sobre todo como política oficial para aniquilar el principal medio de subsistencia del piel roja, y de ese modo acabar también con él. Ahora, sin embargo, el bisonte americano es objeto de cuidados para evitar su desaparición, y la cultura de los pueblos nativos se estudia con respeto. ¿Dónde aprendí eso? En una película del Oeste, claro. Siempre he creído que en la lectura y en el cine se aprende más que en las escuelas. La película que digo es inquietante. Se llama "The Last Hunt", de Richard Brooks, y en ella aparece Robert Taylor en un papel insólito, de villano, con Debra Paget y el inglés Stewart Granger, cuyo nombre real, dicho sea entre paréntesis, era James Stewart. Soy gran aficionado a las películas llamadas de vaqueros. En ocasiones me desvelo viendo uno de esos viejos filmes en la televisión. Para justificar tan inofensivo gusto no necesito recurrir a Borges, quien consideraba que los westerns son la única forma de literatura épica que sobrevive aún. Épicos son, en efecto, aquellos prodigios del cine que se llaman "Duel in the Sun", de King Vidor; "Red River", de Howard Hawks; "Winchester '73", de Anthony Mann; "High Noon" ("La hora señalada"), de Fred Zinnemann; "3.10 to Yuma", de Delmer Daves; "Shane", de George Stevens, hasta llegar a "Dance with Wolves", de Kevin Costner, para no mencionar la obra seminal del género, "Stagecoach" ("La Diligencia"), de John Ford. Rituales, igual que el teatro kabuki, esas películas están sujetas a un canon. No se someten a la realidad: la imagen que proyectan de la vida en el oeste americano está muy lejos de ser verdadera. En otros años, cuando queríamos significar que algo era mentira, decíamos: "Mejor cuéntame una de vaqueros". Pero las películas de vaqueros, tanto las más elementales como las más complejas, se basan siempre en un hondo ideal humano: el triunfo del bien sobre el mal. En estos sombríos tiempos que vivimos, cuando la oscuridad parece dominar sobre la luz, ver una buena película del oeste es una humilde forma -candorosa quizá, pero efectiva- de mantener aunque sea un resplandor pequeño de esperanza. Si por el miedo que nos invade renunciamos a la fe, con ella lo perderemos todo. Sitiados como estamos por la inseguridad, no olvidemos que, pese a todas las evidencias en contrario, el mal nunca prevalece sobre el bien. Aunque parezca ingenuidad decirlo, al final siempre acaban por triunfar los buenos. ¿Dónde aprendí eso? No en la Historia, que en el fondo es tan mentirosa, sino en las películas de vaqueros, que en el fondo son tan verdaderas...
A la lista de Catón añadiría Los imperdonables, de Clint Eastwood, no sólo una destacada pieza del western sino una de las mejores películas en la historia del cine.

martes, 7 de septiembre de 2010

Perorata del apestado



Me dio por maliciar que fue el título de la novela lo que encandiló a mi amigo Antonio Sarabia. Lo cierto es que desde que supo de Perorata del apestado, de Gesualdo Bufalino, la buscó por cielo mar y tierra.

Luego de un viaje a la capital del país, y con el ánimo exangüe, fatigó librerías de viejo como ultima ratio. Venturosamente, dio con la obra y al poco la puso en mis manos, “debes leerla, me ha hecho llorar.”

Una perorata es un discurso previsible, largo y aburrido; piénsese en los emitidos por Fidel Castro o Hugo Chávez.

Lo de “apestado” se explica a poco de iniciar la lectura. La trama es esta: En un sanatorio para tuberculosos, supervivientes de la segunda guerra mundial, incurables de ese mal, pelean entre ellos y, sobremanera, desgranan palabras, palabras, palabras.

Temo no equivocarme si digo que esta novela se disfruta como quien devora un poema. Esa, su máxima virtud, es también su mayor escollo: el lector desprevenido, ajeno al trato con gigantes, puede dar la espalda al torrente de Bufalino y huir.

Aún comienzo su lectura. En el capítulo titulado, sugerentemente, “Los muchachos de la mucha muerte” el narrador recapitula algunos fallecimientos:

Angelo afirmaba que la muerte es un biombo de humo entre los vivos y los otros. Basta introducir en él las manos para pasar al otro lado y encontrar los solidarios dedos de quien nos ama. Siempre que se dejen pistas, huellas, menudencias que conserven nuestro olor. Fue tal vez esta idea la que le impulsó a confiar a una monja un fajo de cartas ficticias, para enviar una dos veces por año. En ellas contaba la futura novela de sí mismo, se jactaba de paternidades, empleos, éxitos; anunciaba banales indisposiciones que en el episodio posterior aparecían ya curadas y remotas. Su madre –nos explicaba- viviría así más tiempo, esperando en cada fecha el mensaje postizo en el que se prolongaba indefinidamente el eco de la querida voz desaparecida. Sería para ella como tener un hijo en ultramar, en Sao Paulo, en Little Italy. Ella murió inmediatamente después de él, sin embargo, y sor Tarsicia, si no ha llegado a saberlo, sigue enviando sin duda estas ofrendas fúnebres de un muerto a una muerta, que ningún cartero podrá jamás devolver al remitente…

Sebastiano se mató sin dejar una línea, arrojándose por el hueco de una escalera, y me había dicho inexplicablemente una mañana, con una risa sin luz:

-Cuando me roban todo, quiero sin embargo regalar algo.

Es la suya, en mi álbum de cruces, la que todavía sigue doliendo…

lunes, 6 de septiembre de 2010

Mexicanísimo




Poco se me da andar de azotacalles pero este fin de semana recorrí la Macroplaza de Monterrey. Comencé en Museo de Historia de México y terminé en MARCO. Al primero de los museos no entré pues en esta ocasión mi interés era sólo admirar la monumental escultura La Lagartera (imagen superior), de Francisco Toledo, instalada en la fuente que da la bienvenida a ese lugar. Me parece que en este caso el artista inició la obra; el agua y el tiempo la continuarán.

MARCO expone, bajo el título de Mexicanísimo, algo de su colección. Es una buena oportunidad para apreciar los derroteros del arte mexicano en la década finisecular y en los albores del nuevo milenio. La exposición contempla obras, entre otros, de Gelsen Gas, Javier Marín, Rodolfo Morales y, no podía faltar, Julio Galán (imagen inferior).

***
Invitación a la Historia. Víctor Manuel Barceló en su artículo de esta semana se suma a los valedores de la Historia como fuente de conocimiento. Además de las reflexiones propias, Barceló convoca las cavilaciones de autores clásicos. Sin embargo, no consigna, tampoco tenía por qué hacerlo, una frase que de tan llevada y traída ha mudado en lugar común; la mayoría de quienes la citan ignoran el nombre del autor, mi admirado George Santayana. Y la frase es: “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Ese conocimiento del pasado probablemente acabé en desilusión pero no se rebaje a lágrima o reproche, el mismo Santayana advierte: “La sabiduría llega con las desilusiones”.

viernes, 3 de septiembre de 2010

De otros diluvios

Leyendo a Nicanor Parra:

... mientras la bailarina más grande del mundo
Muere pobre y abandonada en una pequeña aldea al sur de Francia
La primavera devuelve al hombre una parte de las flores desaparecidas.
...
Por todo lo cual
Cultivo un piojo en mi corbata
Y sonrío a los imbéciles que bajan de los árboles.
... he pensado en Ungaretti: "D´altri diluvi una colomba ascolto" (De otros diluvios, escucho una paloma)


***
Adiós, Germán! Ayer falleció don Germán Dehesa; en vida combinó el valor, la inteligencia, el humor y la decencia. Lamento profundamente la muerte de este buen hombre. Los mejores lectores, creía Germán, siempre terminan leyendo poesía. ¿Cómo no reconocerme en él? Retomando a Nicanor Parra:

...la vida no es más que una quimera
una ilusión, un sueño sin orillas
una pequeña nube pasajera
Es viernes, y hoy toca.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Los restos del día



El mayordomo es patrimonio inglés, los demás países deben conformarse con servidumbre. Los restos del día, de Kazuo Ishiguro, cuenta la historia de uno de ellos.

En 1956, Stevens, mayordomo por años en Darlington Hall, emprende un viaje por la campiña inglesa hasta Cornualles para reencontrase con miss Kenton; antigua ama de llave bajo sus órdenes a quien pretende reclutar para el servicio de su nuevo patrón, un norteamericano acaudalado. Sin embargo, el eje de los recuerdos de Stevens es su antiguo patrón, Lord Darlington, a quien prodigó lealtad sin límites incluso luego del desdoro de su fama pública por sus simpatías con la Alemania Nazi.

Esta novela me parece perfecta. Abunda en reflexiones y en narraciones sorprendentes, como la siguiente:
Al parecer, era una historia verídica sobre un mayordomo que había viajado con su señor a la India, donde le sirvió durante muchos años manteniendo entre el personal nativo el mismo nivel de perfección que había sabido imponer en Inglaterra. Una tarde, como era habitual, nuestro hombre entró en el comedor para asegurarse de que todo estaba listo para la cena, y descubrió que debajo de la mesa había un tigre moribundo. El mayordomo abandonó en silencio el comedor, se aseguró de cerrar bien la puerta y se dirigió sin prisas al salón en el que su señor tomaba el té con algunos invitados. Tosiendo educadamente, llamó la atención de su patrón y, acto seguido, acercándosele al oído susurró:

-Discúlpeme, señor, pero creo que hay un tigre en el comedor. ¿Me permite que utilice el rifle?

Y según dicen, unos minutos después, el patrón y sus invitados oyeron tres disparos; cuando algo más tarde el mayordomo volvió a aparecer en el salón para rellenar las teteras, el dueño de la casa le preguntó si todo estaba en orden.

-Perfectamente, señor. Gracias –fue la respuesta-. La cena será servida a la hora habitual, y me complace decirle que no quedará huella alguna de lo ocurrido.

Más adelante, cuando Stevens reflexiona sobre la importancia de la lealtad, asunto asaz revelante en su oficio, nos topamos con:
… yo sería el último en abogar por que un mayordomo jurase lealtad ciega al primer caballero o a la primera dama que les diese trabajo. No obstante, si un mayordomo espera ser alguien, llega un día en que debe cejar en su búsqueda, un día en que debe decirse: “Este patrón encarna todo lo que considero noble y admirable. A partir de ahora, me dedicaré a servirle.” Así se jura lealtad de un modo inteligente.

A la luz de nuestros días, en los que resulta indiferente el comportamiento de una chacha al de, por decir algo, una diputada, intentar comprender la dignidad y el ánimo impertérrito de aquellos mayordomos ingleses constituye un empeño baldío.

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Para Raúl Robledo: caro amigo, las líneas anteriores son para ti, por el cariño que le tienes a esa historia. Y algo más, la frase es de Lincoln: “A partir de los 40 el hombre es responsable de su rostro”.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Los valores de ahora




En entrevista para El País mi admirado Alberto Manguel habla de su nuevo libro y examina los tiempos que corren:
Vivimos en una época en la que valores como brevedad, superficialidad, rapidez y simpleza son absolutos. Nunca lo habían sido. Los valores que desarrollaron nuestra sociedad fueron los de la dificultad (para aprender a sobrellevar los problemas), la lentitud (para reflexionar y no actuar impulsivamente) y la profundidad (para saber adentrarse en un problema).
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El asunto de la adopción: Otro de los argumentos esgrimidos en contra de la adopción de niños por parejas homosexuales va en el sentido de que estos no darían al menor una “buena educación”. Guillermo Fadanelli refuta esa especie: “si sólo bastara que los padres fueran heterosexuales para dar a los menores una buena educación, la sociedad mexicana no estaría en el estado lamentable en el que se encuentra.”