viernes, 6 de agosto de 2010

De Polonio a Laertes




Felizmente, el día de hoy compartí mesa –y sobremesa- con un grupo de queridos amigos (los dos Antonios y madame Bello, entre ellos). Cada que esto ocurre, los temas abordados van de la seca a la meca; pero en ellos siempre hay espacio para los libros, el cine, los viajes… Un comentario de A. Saravia me llevó a recordar la puesta en escena de Hamlet, bajo la dirección de Juan José Gurrola, y con Daniel Giménez Cacho en el papel del príncipe danés, a la que asistí en un pequeño teatro de la UNAM hace un par de años.

Quedé tan entusiasmado con aquella representación que a mi regreso a Nuevo Laredo le narré la experiencia a Saravia. Hoy, cuando precisamente ponderábamos al gran actor que es Giménez Cacho he recordado aquella moderna y mexicana versión del clásico de Shakespeare.

Apoyándome en el libro de Hamlet vuelvo a oír las palabras que Polonio dirige a Laertes, la víspera del viaje del segundo a Francia; en esencia no difieren de cualquier buen consejo proferido de padre a hijo; pero éstas se han conservado a través de los años en virtud de la genial articulación del bardo inglés:

Lleva contigo mi bendición, y en la memoria estos consejos: no prestes tu lengua a tus pensamientos ni hagas cosas sin pensar. Sé afable, pero no vulgar en tu trato. Une a ti, con vínculos de acero a aquellos amigos firmes que ya hayas calado. Pero no te prodigues con los que acaban de salir del cascarón, aún sin plumas. No entres en contiendas, pero, si entras, que tu adversario tenga que huir de ti. Presta tu oído a todos y a pocos tu voz. Oye las murmuraciones de los demás, pero reserva tu propio juicio. Que tu atavío sea tan caro como pueda tu bolsa, pero que nunca sea afectado. Rico, pero no ostentoso, porque el traje proclama a quien lo lleva… No prestes ni pidas prestado porque quien presta pierde dinero y amigo, y quien suele andar pidiendo falta al sentido de orden y economía que es indispensable tener. Pero esto sobre todo: sé sincero contigo mismo y sigue a esto, como la noche al día, que no vas a poder ser falso con los demás.


No es casualidad que William Shakespeare ocupe un lugar central en el canon de Bloom. Shakespeare, quizá como ningún otro, constituye el mejor ejemplo de que la alta literatura consigue ayuntar la belleza expresiva con el discurso sapiencial. Cualquier persona, incluso aquellas con acusado desinterés literario, puede dar cualquier día con ese pasaje y más no necesitar.

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