domingo, 8 de febrero de 2009

solitarios, travesías



Pienso en un solitario. Pienso en Onetti ahora que leo el libro que Vargas Llosa le dedica y encuentro esta declaración de fe:

Hay un sólo camino. El que hubo siempre. Que el creador de verdad tenga la fuerza de vivir solitario y mire dentro suyo. Que comprenda que no tenemos huella para seguir, que el camino habrá de hacérselo cada uno, tenaz y alegremente, cortando la sombra del monte y los arbustos enanos.


Pienso en una travesía y en la postal que Octavio Paz fija al inicio de Jardínes errantes:

El mar Rojo es azul.
El cielo, en cambio, es rojo.

Hoy domingo, por la lectura de Vila-Matas doy con otro solitario, Raymond Roussel, y otra travesía, esta a los mares del sur:

Fue un hombre que vivió siempre en un lugar solitario, tan aislado como incomprendido, o sólo comprendido por los surrealistas, a los que él no comprendía. Su forma de ser parecía triste, pero él pensaba que llevaba una vida de frecuentes alegrías, ya que escribía sin parar, hasta la extenuación cada día. Navegando por los mares del Sur, recibió una carta de un amigo en la que le decía que le envidiaba por las puestas de sol que estaría viendo. Le respondió inmediatamente que no había visto ninguna, ya que trabajaba en su camarote y no había saido de él desde hacía semanas.


a.a

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