Vengo a percatarme, por la lectura de El secreto de la fama de Gabriel Zaid, un libro con olor a clásico, que Elliot escribió The waste land dando por sentado que los presentes y futuros lectores de su poema pertenecían elegantemente a un club donde todos saben latín y griego. De la misma manera, los personajes de las novelas de Fernando Savater filosofan alegremente sin que por ello se les recrimine el menoscabo a la verosimilitud de la trama. De ahí que el lector acepta y agradece que los protagonistas de La hermandad de la buena suerte reflexionen sobre asuntos tan categóricos como la muerte y la fortuna, importando un bledo si la cavilación oportuna viene de un cazarecompensa o de un jockey:
... la definitiva buena suerte es la muerte por sorpresa... la muerte furtiva. La que llega de repente, sin aviso ni preámbulo, sin padecimiento... No la tememos cuando se acerca, no la notamos cuando se cumple. No me cabe duda que esa es la mejor suerte de todas. ¡Lástima que uno no pueda darse cuenta de ella precisamente cuando nos beneficia!
Ay!
a.a
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