jueves, 13 de noviembre de 2008

Una dama sin pudor


Desde la barrera los toros se ven distintos. Y lo que ciertamente para el personaje central de Una dama sin pudor (Irina Palm) debió representar un molesto inconveniente, para nosotros, los espectadores, es un hilarante asunto.

Una mujer ya entrada en años y en carnes, apremiada por agobios económicos, con el agravante de una impostergable próxima intervención quirúrgica de su pequeño nieto, resuelve hacerse de un buen dinero a como de lugar. Lo que uno jamás imaginaría, dado el desastroso estado físico de la señora, es que la fuente de sus ingresos resultase el sexo servicio. Claro, no en el arte del streaptease ni como trabajadora horizontal, que ya no está para esos trotes, sino renovando (añadiendo el elemento del glory hole) la práctica de la masturbación. Si nuestros distribuidores fuesen más mexicanos y menos persignados Irina Palm pudo llamarse, entre nosotros, Una mano amiga.

a.a

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