lunes, 10 de noviembre de 2008

Quemar las naves


Cuando el cine mexicano se ocupó del asunto Gay lo hizo de mal modo, con morbo y derivando en lo patético. No podemos culpar a esos realizadores (Ripstein en El lugar sin límites, Hermosillo en Doña Herlinda y su hijo o Exxxorcismos, Fons en El callejón de los milagros, por sólo citar algunos. Dejo fuera toda la ristra de películas de ficheras donde el gay no podía ser otra cosas que el jotito, la mariquita.); con su trabajo reflejaban el trato discriminatorio de la sociedad, de modo generalizado, para con aquella comunidad.

Cualquier chico gay nacido en los ochenta o noventa verá esas historias como algo arcaico. La cuestión homosexual tiende a normalizarse. Ya no se le demoniza como antaño. Pero nuestro cine se había anclado en otra era. La primera buena señal de que se enderezaría el rumbo la dieron los Cuarón con Y tu mamá también; basta de hipocresías, aquello le podía suceder a cualquiera.

Pero el trabajo mejor acabado sobre el tema nos llegó recientemente con Quemar las naves. Ópera prima realizada por Francisco Franco, homónimo del dictador español, esta película presenta muchas sorpresas: destaca la notable dirección de actores, la señorial belleza zacatecana, los temas musicales compuesto por Joselo Rangel, de la banda Café Tacvba, interpretados por Julieta Venegas y Eugenia León (esta última al estilo de las canciones que competían en el festival OTI); es una alegoría del amor fraterno y sus poderosos lazos, pero sobre todo una nueva mirada hacia el asunto homosexual; fresca, clara, sin dramatismo. Un desengaño amoroso se sufre igual, lo mismo si ocurre entre un hombre y una mujer que si entre dos hombres.

Coda. Lo olvidaba, hoy hablaré de José Emilio y sus batallas. Misma hora. Mismo lugar.

a.a

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