viernes, 21 de noviembre de 2008
Quémese después de leerse
La consabida frase de las historias de espionaje en manos de los hermanos Coen toma otro cariz. En esta ocasión los realizadores de No hay lugar para los débiles atacan la realidad en clave cómica. Un ex empleado de la CIA (John Malcovich) escribe sus memorias sin dejar de rumiar su inopinado despido: “¿Cuál trasero no besé?”, es la cuestión. Una de esas mujeres que ya no se cuecen al primer hervor (Frances McDorman) apuesta por reinventarse a través de la cirugía plástica. Pero eso cuesta, entonces habrá que obtener dinero a como de lugar. El amante de aquella (George Clooney) también se refocila con la esposa del primero (Tilda Swinton). El entrenador de un gimnacio (Brad Pitt), es como las chicas Almodóvar de aquella canción de Sabina, un poco listo, un poquitín bobo. En fin, un cortijo de imbéciles; entre ellos juegan a demostrar quién es más tonto.
Si después de leer el párrafo anterior infiere usted que repruebo Quémese después de leerse, se equivoca. He reiterado una y otra vez mi admiración por los Coen. Esta también es la ocasión.
Los días se anuncian mansos en la fría soledad de mi búnker. Escribiré, sin duda. Veré un poco de cine. Leeré otro tanto. Ya les iré contando.
Keith Richards. Es célebre la adicción del guitarrista de los Stone a los barbitúricos. No lo es tanto su agudo sentido del humor. Una muestra: “Nunca he tenido problemas con la droga. Sólo con la policía”.
a.a
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