Leyendo los renglones con que Cristhoper Domínguez Michael evoca su trato con Alejandro Rossi encuentro un feliz paralalelismo: la importancia que Paz y Borges tuvieron para Rossi. Rossi fue superior a mi en todos los sentidos. Uno de los rasgos de esa superioridad estriba en el trato directo que tuvo con los citados:
Quiero (expresa Domínguez Michael)... mencionar uno de los temas que a Rossi le obsesionaban, el de ser contemporaneo de Borges y de Octavio Paz. No me refiero a lo que ya se sabe, a que Rossi estuvo entre los primeros lectores de Borges ni a que asistió a sus conferencias en el Buenos Aires de los tempranos años 50... Tampoco agregaría yo nada a su conocida condición de haber sido uno de los pocos amigos íntimos de Paz. Más allá del mundo, el siglo: me refiero a la convicción problemática, propiamente filosófica, que para Rossi entrañaba el ser contemporáneo cabal de un par de clásicos (en este caso Borges y Paz) que le exigían (a él y de manera vicaria a su interlocutor), la más cuidadosa de las atenciones. Con ánimo comparativo y con afán de cartógrafo, a Rossi, le obsesionaba, en Borges, la novedad absoluta y, a la vez, el genio del anacronismo, la asociación entre una tradición inventada y la vanguardia como autobiografía. Frente a Borges, aparecía Paz, descifrando, con "el instante moderno", el acertijo horrible del siglo veinte.
Una obra se define por aquello que defiende y aquello a lo que se opone. Contra qué fue escrita la obra de Rossi, se pregunta Domínguez Michael, y a la vez, explora una respuesta: "contra el mediocre que se refugia en la actualidad, contra quien se rodea de presente y duerme en paz".
a.a
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