Ahora, en su Diario de fatigas, Christopher Domínguez Michael se ocupa de Irving Babitt (1865-1933):
Los argumentos antimodernista de Babbitt se remotan al siglo diecinueve y pueden resumirse en aquella máxima insuperable grabada por Baudelaire en Mi corazón al desnudo, cuando expone su teoría de la "verdadera civilización" y dice que ésta "no reside en el gas ni en el vapor, ni en las mesas giratorias; está en la disminusión de las huellas del pecado original.
Eliot... tras rendir sus respetos al erudito anotó desdeñosamente o anglocatólicamente: "Quiero decir que conoce demasiadas religiones y filosofías, que ha asimilado su espíritu demasiado...para entregarse a ninguna."
Más allá de saber si Babbit creía en Dios, lo cual importa poco, es evidente que asumió que las religiones sólo se podían salvar a sí mismas y salvar al hombre (que era lo que a un crítico moral como Bobbitt le interesa) si anteponían sus dioferencias teológicas y creaban un fondo común de fe.
Se está haciendo costumbre: Una asignatura pendiente emerge cada que leo a Domínguez Michael.
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