Jorge Luis Borges reconoció en Alfonso Reyes a uno de los más grandes prosistas de la lengua castellana . Consignó su admiración en estos versos:
Reyes, la indescifrable Providencia
que administra lo pródigo y lo parco
nos dio a unos el sector y el arco
pero a ti la total circunferencia.
Y, sin embargo, la eternidad prefiere al argentino y no al mexicano (reducido a los estudios académicos). ¿Por qué esto es así? ¿Por qué Borges sí, y Reyes no? A semejante pregunta pretende Hugo Hiriart responder en su último libro de ensayos El arte de perdurar. Reproduzco un par de cavilaciones:
Borges no es, como Reyes, cortés y civilizado: Borges es arbitrario, iconoclasta e imperioso. Hay que retener esto porque parte de la fama de Borges viene de esta arbitrariedad y este encarnizamiento que Reyes nunca se permitió. Las arbitrariedades de Borges pasaban de boca en boca, se difundían en los periódicos. Borges dominaba el arte de escandalizar. Reyes no, él fue siempre cuidadosísimo y razonable en sus raros pronunciamientos.
Otro punto a favor de Borges es que él, a diferencia de Reyes, supo refrenar sus correrías y concentrarse en unos cuantos temas que hizo suyos y repitio obsesivamente... lo infinito...el tiempo, la valentía, los espejos y las espadas... Llamemos a este volverse hacia lo mismo como nota de fama, criterio de unicidad. De la repetición nace el adjetivo, hay temas y modos de decir claramente borgeanos. ¿Podemos decir que hay temas o modos de decir alfonsinos?
El arte de perdurar, como cualquier otro libro de Hiriart, es altamente recomendable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario