lunes, 31 de enero de 2011

Y una mañana...




En el capítulo 8 de Santa Evita, Tomás Eloy Martínez refiere las claves que nos permiten comprender la transformación de Evita, de ordinaria en fetiche. Por ejemplo:

En cada familia peronista circula un relato: el abuelo no había visto el mar, la abuela no sabía qué eran las sábanas o las cortinas, el tío necesitaba un camión para repartir cajones de soda, la prima quería una pierna ortopédica, la madre no tenía con que comprar el ajuar de novia, la vecina enferma de tisis, no podía pagarse una cama en los sanatorios de las sierras de Córdoba. Y una mañana apareció Evita. En la escenografía de los relatos, todo sucede una mañana: soleada, de primavera, ni una nube en el cielo, se oye música de violines. Evita llegó y con sus grandes alas ocupó el espacio de los deseos, sació los sueños. Evita fue la emisaria de la felicidad, la puerta de los milagros. El abuelo vio el mar. Ella lo llevó de la mano, y ambos lloraron juntos ante las olas. Eso se cuenta.


La reunión programada para hoy, donde compartiríamos experiencias de la lectura de Santa Evita, se mueve de día. Será el próximo martes 8 de febrero, a las 18:00hrs, en la Biblioteca del Multidisciplinario de la UAT.

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