lunes, 17 de enero de 2011
Orozco, de pie
En brazos de su hermana, siendo un pequeño de escasos dos años de edad, José Clemente Orozco (1883-1949) veía la pirotecnia nocturna regalada por el Volcán de Colima, cercano a su pueblo natal, Zapotlán, el Grande, Jalisco (Ahora Ciudad Guzmán). Me parece que aquella imagen temprana persiguió al pintor toda su vida. El fuego fue un elemento recurrente en su obra, el más notable de su trabajo, El hombre, en la cúpula del Hospicio Cabañas, da cuenta de ello.
He visitado la exposición Orozco: Pintura y Verdad (permanecerá en San Ildefonso hasta el mes de febrero) y no dudaría en recomendarla, pues representa un paseo a lo largo de las diferentes etapas de pintor jalisciense: dibujante a lápiz, retratista, caricaturista, acuarelista, muralista… (las ilustraciones, superior e inferior, son detalle de La Trinchera, en los muros de San Ildefonso).
Se ha tornado mítica aquella frase de Luis Cardoza y Aragón, a propósito de los más conspicuos muralistas mexicanos: “Los tres grandes, son dos: Orozco”. Al citarla, busco llamar la atención sobre un pintor que tal vez no tiene aún el reconocimiento que merece.
Para finalizar, un comentario de José Lezama Lima: "Queda siempre en pie Orozco. Ahora, después de su muerte, luce todavía más incontaminado y esencial. El drama de sus figuras era el drama de su sangre."
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