Hay una entrañable hidalguía en los empeños de don Armando Fuentes Aguirre, Catón; da cuenta de ello los tres libros que bajo el título genérico La otra historia de México ha venido escribiendo, Díaz y Madero, La espada y el espíritu, el más reciente de la saga.
El propósito del libro se inscribe en la órbita de las tareas revisionista de la historia patria. Catón, sostiene:
El relato oficial de la historia de México ha sido una galería de estatuas marmóreas o broncíneas. Como en las películas de vaqueros, en esa mentirosa relación los héroes son perfectos, incapaces de todo asomo de maldad, y los villanos aparecen como réprobos sin posible salvación, condenados eternamente al basurero de la Historia… Por eso me propuse escribir una versión distinta de su pasado, alejada de la historia paraestatal, tan deformada y llena de falsedad y ocultaciones.
En ese sentido, la Historia trabajada por Catón aspira a ser puente de reconciliación entre los mexicanos y no, como ha venido siendo, motivo de encono. Basta ya de liberales contra conservadores, hispanistas versus indigenistas, Madero enfrentado a Díaz.. Encomiables todos en sus episodios de grandeza; reprobables todos en sus momentos de abyección. Admirar la generosidad y el valor de Madero no tiene por qué desdorar los éxitos de Díaz, de quien Catón destaca “el supremo patriotismo de la renunciación”.
La más noble aspiración del licenciado, maestro y periodista coahuilense puede resumirse en un enunciado: “Amar a México en su verdad”. Sabemos que esa verdad abunda en molicie y fechorías hasta el punto de erizarnos los pelos. Conviene recordar que respecto de su entrañable Buenos Aires, Borges escribió: “No nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto”.
Finalmente, escribir de un modo claro y entretenido es un signo de cortesía que los lectores le agradecen a Catón; él presume de cuatro, sospecho que son muchos más.
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