viernes, 15 de enero de 2010
Soriano, escultor
Tabasco tuvo su edad de oro cultural en el sexenio de Enrique González Pedrero. De aquella época data la remodelación del Parque Tomás Garrido Canabal; como parte de esos trabajos se colocó una escultura de Juan Soriano, un Toro frente a la Laguna de las Ilusiones; solía verla cada que iba a correr a tan hermoso lugar. Quizá ese trabajo suyo fue mi primer acercamiento a la obra del artista.
Juan Soriano (1920-2006) nació en Jalisco y siendo un muchacho se trasladó a la ciudad de México a estudiar pintura; muy pronto trabaría amistad con Los Contemporáneos. La nómina de sus amistades impresiona a cualquiera: María Zambrano, María Félix, Novo, Villaurrutia, Paz, Tamayo, Arreola, Juan García Ponce y un largo etcétera.
Sus trabajos escultóricos (apenas una de sus facetas) dieron personalidad a muchos espacios públicos del país; lo mismo El Toro que señalé en el primer párrafo que La Paloma de MARCO (Monterrey), La Luna del Auditorio Nacional (Ciudad de México), La Ola del World Trade Center (Guadalajara). Cuento todo esto porque desde la próxima semana podremos ver en Nuevo Laredo algo de la obra de este singular artista, uno de mis favoritos.
Era agradable escucharlo platicar, cuando relataba alguna diablura sus ojos se iluminaban como los de un chiquillo. Recuerdo la ocasión en que una periodista hurgando en su vida le preguntó a qué se dedicaban sus padres; la respuesta de Soriano: ¡a joderme!
Si como insinuaba Octavio Paz, López Velarde fue un abuelo joven, Juan Soriano fue un adulto niño.
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