lunes, 16 de marzo de 2009

Una de romanos



En busca de un poco de amenidad me di a la lectura de El asombroso viaje de Pomponio Flato, a sabiendas que en materia de esparcimiento su autor, Eduardo Mendoza, no decepciona.

En el siglo I de nuestra era un romano de familia patricia y de nombre Pomponio Flato viaja por los confines del imperio buscando unas milagrosas aguas citadas por Plinio el Viejo en su Historia Natural: “concede a quien las bebe el poder de emitir oráculos”. Mas lo que encuentra no son las portentosas fuentes sino inmundos charcos que le provocan feroces diarreas.

Los derroteros de su vagancia le llevan a Nazaret donde será contratado para dar con el autor del crimen de un poderoso de la época y así salvar a un inocente de ser crucificado.

Esta novela se lee con el creciente interés propio de los relatos policíacos pero su extravagante trama le servirá a Mendoza para poner en solfa a la novela histórica y los evangelios.

Por su lectura sabemos que los árabes no siempre fueron monoteístas ni siempre la orientación de sus oraciones fue la Meca, como lo corroboramos en la descripción que hace Pomponio de las costumbres un grupo de nabateos con los que topa por azar:

...nunca recuerdan el pasado ni hacen planes de futuro, y si algo relatan, se cuidan de aclarar que todo lo que sucede en el relato es fruto de su imaginación. Como están obligados a convivir los unos con los otros día y noche, desde la infancia hasta la muerte, tienen por norma estricta evitar una familiaridad que con toda seguridad derivaría en conflicto y degeneraría en enemistad. Por esta causa extreman la formalidad y la discreción y son muy ceremoniosos. Comen y duermen separadamente, y cada vez que se dan por el culo se hacen mil reverencias... No comen cerdo. Si pueden, se lavan. Nunca se afeitan.


a.a

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Sr. Arcos,

Esperemos y su colaboración en la crítica de la novela del escritor Eduardo Mendoza no le hagan acreedor a un "fatwa".
Aplaudo su apertura para señalar diferentes perspectivas y el intelecto necesario para atreverse a desempolvar viejos mitos e historias.

ton frére, ton semblable,

RH