Una epifanía, así calificaría mi conocimiento de los escolios del colombiano Nicolás Gómez Dávila. Reproduzco algunos:
Solo es inteligente el que no teme estar de acuerdo con los tontos.
La brevedad de la vida no angustia cuando en lugar de fijarnos metas nos fijamos rumbos.
Aprender a morir es aprender a dejar morir los motivos de esperar sin dejar morir la esperanza.
La verdad es un error que dura.
La vanidad junta a los seres, la vanidad los ata y la vanidad los separa.
Explicar cuando es posible sugerir supone un excesivo desprecio del lector.
Mientras más graves sean los problemas, mayor el número de ineptos que la patria llama a resolverlos.
La madurez del espiritu comienza cuando dejamos de sentirnos encargados del mundo.
Burguesía es todo conjunto de individuos inconformes con lo que tienen y satisfechos de lo que son.
El amor al pueblo es vocación del aristócrata. El demócrata no lo ama sino en período electoral.
Nadie tiene capital sentimental suficiente para malgastar el entusiasmo.
El libro no educa a quien lo lee con el fin de educarse.
Sólo tenemos las virtudes y los defectos que no sospechamos.
El prestigio de la "cultura" hace comer al tonto sin hambre.
Los argumentos con que justificamos nuestra conducta suelen ser más estúpidos que nuestra conducta misma. Es más llevadero ver vivir a los hombres que oírlos opinar.
Nada más peligroso que resolver problemas transitorios con soluciones permanentes.
Las amistades duraderas suelen necesitar torpezas compartidas.
Envejecer es catástrofe del cuerpo que nuestra cobardía convierte en catástrofe del alma.
Vencer a un tonto nos humilla.
Entre la anarquía de los instintos y la tiranía de las normas se extiende el fugitivo y puro territorio de la perfeccción humana.
Humano es el adjetivo que sirve para disculpar cualquier vileza.
Las artes florecen en las sociedades que la miran con indiferencia, y perecen cuando las fomenta la solícita reverencia de los tontos.
El tonto no se contenta con violar una regla ética: pretende que su transgresión se convierta en regla nueva.
El católico debe simplificar su vida y complicar su pensamiento.
Todo matrimonio de intelectual con el partido comunista acaba en adulterio.
La serenidad es el fruto de la incertidumbre aceptada.
En un siglo donde los medios de publicidad divulgan infinitas tonterías, el hombre culto no se define por lo que sabe sino por lo que ignora.
Los antiguos veían en el héroe histórico o mítico, en Alejandro o en Aquiles, el modelo de la vida humana. El gran hombre era paradigmático, su existencia ejemplar. El patrón demócrata, por el contrario, es el hombre vulgar. El modelo democrático debe rigurosamente carecer de todo atributo admirable.
Quien cita a un autor muestra que fue incapaz de asimilárselo.
Complicar es la más alta prerrogativa del hombre.
¿La tragedia de la izquierda? Diagnosticar la enfermedad correctamente, pero agravarla con su terapéutica.
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