viernes, 6 de marzo de 2009

Los adorables Wheeler



Cuentan con casa en Revolutionaty Road. Han pasado siete años y este es el saldo: dos hijos y los anhelos de juventud tirados al caño. Si Abril (Kate Winslet) quiso ser actriz y si la idiotizante rutina le impide a Frank (Leonardo DiCaprio) indagar una mejor manera de consumir su existencia; entonces es hora, piensa Abril, de mudarse a París (porque siempre tendremos París). Es posible que en ultramar el vacío, que arponea sus días en Revolutionary Road, se llene de milagros. París, como hábil prestidigitador, pondrá de pie a los caídos sueños, piensan.

Los adorables Wheeler ignoran lo que Pedro Calderón de la Barca intuyó:

¿Qué es la vida? Un frenesí
¿Qué es la vida? Una ilusión
Una sombra, una ficción
Y el mayor bien es pequeño:
Que toda la vida es sueño
Y los sueños, sueños son.

Pero siempre hay un elemento ajeno al cálculo, siempre un molesto detalle escapa a la planeación. Ya no habrá viaje a París ¿Habrá manera de permanecer en el solar de Revolutionary Road sin que los Wheeler malgasten el tiempo, sin que el tiempo los malgaste a ellos?

Cuando el realizador Sam Mendes irrumpió en el séptimo arte traía en la mano un cartucho de dinamita; lo blandió en American Beauty y lo arrojó en Revolutionary Road: una soberbia película con diálogos (el film está basado en una novela de Richard Yates, un autor ahora olvidado) que uno juzgaría de una crueldad innecesaria:

(en el punto más álgido de una pelea conyugal)
Abril.- ¿Vas a matarme? ¿Vas a golpearme para demostrarme cuánto me amas?
Frank.- No vales ni la pólvora que te haría explotar.


Aunque la cinta cuenta con soberbias actuaciones (incluida la del extraordinario Michael Shannon, un loco contertulio de los Wheeler: el gaviero que avista la tormenta, sabe que el barco habrá de naufragar… y sonríe) es Kate Winslet quien se roba la pantalla. ¡Bravo, Kate! Ya era hora de alzarte ante los enanos que dudaban de tu estatura.

Todo fue minuciosamente orquestado, incluso el final fue resuelto con elegancia. Resulta de mal gusto, como lo hace la agente de bienes raíces (Kathy Bates) que ha colocado la casa de Revolutionary Road a nuevos moradores, hacer leña del árbol caído; la conocida historia: los ídolos de ayer, vituperados hoy. Ese rosario de habladurías es algo que ni el compañero fílmico de la Bates, ni usted ni yo querremos escuchar.

En tono pesimista: Vea usted esta película si está casado. Mejor, veála si aún puede evitarlo.

a.a

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