viernes, 25 de junio de 2010

El imaginario del doctor Parnassus




Cada nueva película de Terry Gilliam sostiene a 12 monos como mi favorita. He visto la más reciente, El imaginario del doctor Parnassus, por dos razones; porque no puedo desentenderme de su director y por el asunto Ledger.

Un anciano juega contra el diablo y gana la eternidad. Pero esa eternidad le es concedida en la envoltura prodiga en arrugas de su vejez. Cuando conoce el amor pacta nuevamente por algo acaso más preciado que la vida eterna: la juventud. Esta última transacción tiene un precio, el alma de su unigénita, cuando cumpla 16.

El reloj que no da tregua a poco está de dar la última campanada para que Valentina, hija del doctor Parnassus (el viejo del párrafo anterior), llegue a sus sweet sixteen. Para este momento, el doctor Parnassus, valentina, un enano y un joven asistente conforman una troupe itinerante. El show no tiene igual pues el doctor Parnassus tiene la habilidad de imaginar los íntimos deseos del espectador; y es en la recreación de éstos donde el imaginario de Gilliam se da a notar.

En algún momento de la trama, colgando desde un puente, un desconocido. (interpretado por Heath Ledger.)

Si acudimos a ver esta película arrastramos con el morbo. Se sabe que trabaja en ella Heath Ledger cuando falleció. Las escenas que no llegó a rodar las completaron Johny Depp, Jude Law y Colin Farrell. La ausencia de Ledger lejos de arruinar el proyecto de Gilliam, aportó al mismo una nueva y perturbadora dirección. Aventuraría una hipótesis: la muerte corrigió un guión defectuoso.

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