viernes, 19 de marzo de 2010

El Cantar de los Cantares



El próximo 23 de abril, de manos del rey Juan Carlos de España, José Emilio Pacheco recibirá el Premio Cervantes de Literatura, galardón considerado Nobel de las letras hispánicas. Con él sumarán cuatro los autores mexicanos distinguidos con ese reconocimiento. (Octavio Paz, Carlos Fuentes y Sergio Pitol, los otros tres.)

Mi deuda con Pacheco es enorme. Soy de los que se educó leyendo su Inventario en la revista Proceso. Es por ello que la siguiente reunión del Círculo de Lectores (lunes 12 de abril a eso de las 19 horas en la Biblioteca del Multidisciplinario de la UAT ) tendrá como finalidad el estudio y lectura de una aproximación de José Emilio a El Cantar de los Cantares de donde proceden las siguientes notas:

Ningún poema tan célebre como El Cantar de los Cantares, el Cantico Canticorum, título que a su vez interpreta el nombre hebreo Shir Hashshirim. No existe un texto más misterioso ni más fecundo en las lenguas europeas. En la española ha inspirado las obras maestras de San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Francisco de Quevedo y los traductores bíblicos Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera.

Como texto sagrado, El Cantar de los Cantares es una alegoría de la unión de Dios con Israel, de la divinidad con el alma humana y de Cristo con la Iglesia. En términos no místicos sino terrenales es una celebración del deseo mutuo y la legitimidad y la dignidad del placer.

Quizá sus raíces se encuentren en los antiquísimos cantos de bodas egipcios, que tradujo el padre Ángel María Garibay en Voces de Oriente; en los himnos para Ishtar y Tamuz, entonados mientras representaba a la diosa una prostituta sagrada del templo; en los textos pastorales sirios, palestinos y cananeos, así como en los poemas epitalámicos en que los desposados eran por un momento deidades y se unían para propiciar la fertilidad de la Tierra.

Nunca sabremos quién escribió El Cantar de los Cantares atribuido a Salomón. Si fue el rey (hacia 980-922 antes de Cristo), que hizo también el Eclesiastés, los Proverbios y el Libro de la Sabiduría, no hay poeta que iguale su grandeza. Sin embargo, hoy se cree que el texto es obra de muchas generaciones y se fue elaborando a lo largo de varios siglos.

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