viernes, 20 de abril de 2012

Redentores

Redentores. Ideas y poder en América Latina (Debate, 2011), de Enrique Krauze (Ciudad de México, 1947), recoge doce estudios biográficos sobre José Martí, José Enrique Rodó, José Vasconcelos, José Carlos Mariátegui, Octavio Paz, Eva Perón, el Che Guevara, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, el obispo Samuel Ruiz, el Subcomandante Marcos y Hugo Chávez.

Enrique Krauze, se sabe, es historiador, ensayista, editor mexicano, director de la prestigiosa revista Letras Libres. Es también, entre nosotros, de los pocos escritores que trabajan el género biográfico con fortuna y eficacia. Baste recordar que su libro Biografía del Poder es ya un clásico. (El citado, sumado a Siglo de caudillos y La presidencia imperial, representan una valiosa trilogía desde donde comprender la historia de México.)

Las extensiones de los ensayos, contenidos en Redentores, varían. Los de no muchas páginas (como los de José Martí y Eva Perón) contrastan con el más largo de todos; el que el autor dedica a su amigo y maestro Octavio Paz. (Me parece que el estudio del Nobel mexicano ameritaba un libro en solitario.) Pero entre todos ellos, más allá de la diversidad de personajes (pensadores, activistas, guerrilleros, políticos, novelistas, etc.), de alguna manera, comparten dos constantes detectables al escudriñar la historia moderna de América Latina: el culto al caudillo y el mito de la Revolución o, por oposición, su crítica. Claro, imposible que en sendos asuntos la galería esté de acuerdo, algunos encarnan la imagen del Caudillo (El Ché, el Subcomandante Marcos), aquellos la veneran (García Márquez, Samuel Ruiz), éstos la critican (Octavio Paz, Mario Vargas Llosa).

Krauze, como era de esperarse, dado su talante liberal, no permanece ajeno al debate, toma partido: El hechizo de la Revolución, nos dice, “ fue tan grande como lo es ahora el desencanto y la pesadumbre de las generaciones sacrificadas en el altar de un caudillo vitalicio. Ojalá llegue la hora de la reconstrucción y la reconciliación, la hora de la libertad: obra de demócratas, no de redentores.” El culto al héroe tiene en la figura de Thomas Carlyle a uno de sus autores clásicos. A este ensayista escocés, apunta Krauze, “se debe la idea de que la historia no tiene más sentido del que le confiere la biografía de los “Grandes Hombres”, en particular la de los inspirados “héroes” políticos como Oliver Crromwell o el Doctor Francia, que prescindieron de las instituciones democráticas por considerarlas una parafernalia inútil”. Conviene no olvidar lo anterior, justo ahora, cuando de nuevo en campaña anda un candidato que no hace mucho mandó al diablo las Instituciones.

Quien a futuro escriba la biografía de Enrique Krauze no podrá apartar un dato elemental: Krauze es nieto de emigrantes centroeuropeos y judíos. La condición judía, esto lo advierte Joan Juaristi, “ha permitido a Krauze percibir, con precisión de buen psicoanalista, las heridas simbólicas de sus biografiados: el complejo de inferioridad derivado de la humillación social o de la estratificación castiza, en Eva Duarte de Perón o en José Carlos Mariátegui; las taras físicas en este último o en el Che Guevara; la ausencia temprana del padre o el regreso como déspota del padre supuestamente muerto, en Octavio Paz o Vargas Llosa. A partir de estas heridas, busca Krauze entender por qué actuaron y pensaron como lo hicieron, subrayando implacable aciertos y errores, grandeza de ánimo e iniquidades, pero siempre desde una indisimulada empatía.”

Desde las primeras páginas del libro, Krauze declara sus deudas: “Me inspiré en los libros de Isahiah Berlin sobre los pensadores rusos, y en Hacia la estación de Finlandia, obra en la que Edmund Wilson mezcló el análisis ideológico y la biografía”; centra el problema: “¿Redención o democracia? Éste ha sido hasta hace poco, el dilema central de América Latina.”, y vislumbra el futuro: “… para que la democracia se fortalezca y perdure, y para que a través de ella (con sus leyes, instrumentos e instituciones) nuestros pueblos puedan enfrentar los males del nuevo siglo, los gobiernos deben desplegar una efectiva vocación social. De no hacerlo, la región volverá a buscar la redención, con todo el sufrimiento que conlleva.”

Por lo antes expuesto, Redentores es uno de los mejores libros que haya leído por estos días. Advierto en sus páginas la preocupación de un escritor que no ignora a Juan de Mairena, sabe que no hay manera de “sumar dos individuos”; pero se esfuerza, no el enfrentamiento: en la comprensión. Sorprende que las resonancias del mismo nos vengan mayormente del extranjero donde fue recibido con entusiasmo. Pareciera que aún perdura aquel mal detectado por Octavio Paz en la clase intelectual mexicana: el ninguneo.

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