jueves, 28 de julio de 2011
Guillermo Sheridan opina...
Dado a promover su más reciente libro de crónicas (género al que el autor deslinda de sus estudios sobre poesía mexicana: “Mi autocrítica quizá se ejerza más en mi otro trabajo, en mis libros digámosles “serios”. Estas crónicas son cositas que escribo con la mano izquierda y con un ojo cerrado.) “Viaje al centro de mi tierra”, Guillermo Sheridan, emitió, aquí y allá algunos comentarios, del todo atendibles:
Machismo: Vivimos en un país en el que los hombres se refieren a su novia como la chancla antes de aventarla al suelo.
Parodiables: En México se da el problema de que no es infrecuente que los protagonistas traigan la sátira incluida. Un político mexicano que no trae incluida su propia parodia no es político mexicano.
La imbatible raza azteca: Un pueblo que considera nutritiva, saludable y hasta sabrosa la torta de papel de estraza es capaz de todo.
Incongruencia: No veo ninguna razón para excluirme de mi forma de mirar las cosas. Me río de mí mismo porque no tengo dispensa de estupidez ni estoy exento de incongruencia. De hecho, creo que me sale muy bien ser incongruente. Bastante mejor que ser congruente. Quizás lo único congruente en mí sea mi incongruencia
El fracaso como negocio: Durante años se demostró en México que, por ejemplo, un campesino improductivo era mejor inversión que uno productivo. La improductividad generaba secretarías de estado, confederaciones nacionales campesinas, líderes, diputados y senadores, y toneladas de presupuesto para arreglar el “problema de la tierra”, etcétera. Una vez que se descubrió el éxito del fracaso y se institucionalizó, todo mundo se dio cuenta de que era más negocio acrecentar el problema que resolverlo. El Estado se dio cuenta de que causar desastres sociales era una gran fuente de negocios privados y logró, durante décadas, ser a la vez el causante del desastre, su administrador y, desde luego, el obstáculo para resolverlo. En estos días puede verse una aplicación directa de esta teoría en el lío de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Es un fracaso académico, pero un éxito político.
El más grave problema de la sociedad mexicana: nuestra absoluta incapacidad para entender que las leyes son nuestras aliadas, no nuestras adversarias; la cifra de nuestros derechos y nuestras responsabilidades, y no el paisaje contra el cual practicar la impunidad o nuestra hipnótica adicción a la injusticia.
El futuro del DF: sí tiene futuro esta ciudad, pero es un futuro espeluznante y, me temo, imposible de resumir ahora. Es una mezcla del Apocalipsis de san Juan y un mural de Siqueiros. Los desastres suelen salirnos muy bien a los mexicanos.
¿Qué espera de sus lectores? No espero absolutamente nada. Decir que me interesa que el lector salga del libro mejor de como entró me parecería faltarle al respeto. Y desde luego, esperar que salga peor, sería sobreestimarlo…
martes, 26 de julio de 2011
lunes, 25 de julio de 2011
sábado, 23 de julio de 2011
Los enamoramientos (Fragmento)
O por la edad o por pereza o porque es tarde ya, llegamos a un punto en que volver a enamorarnos, ni pensarlo: Enamorarse, es un largo proceso, nos dice Javier Marìas, en Los enamoramientos, y su repeticiòn agobia:
Conocer a alguien nuevo, contarle la propia vida aunque sea a grandes rasgos, dejarse cortejar o ponerse a tiro, estimular, mostrar interès, enseñar la mejor cara, explicar còmo es uno, escuchar còmo es el otro, vencer recelos, habituarse a alguien y que ese alguien se habitùe a uno, pasar por alto lo que desagrada.
jueves, 21 de julio de 2011
Sobre la envidia
miércoles, 20 de julio de 2011
jueves, 14 de julio de 2011
El tigre (un poema de Eduardo Lizalde)
Este año el Alfonso Reyes de literatura es para Eduardo Lizalde, un poeta admirable y feroz. ¡Enhorabuena!
Hay un tigre en la casa
que desgarra por dentro al que lo mira.
Y sólo tiene zarpas para el que lo espía,
y sólo puede herir por dentro,
y es enorme:
más largo y más pesado
que otros gatos gordos
y carniceros pestíferos
de su especie,
y pierde la cabeza con facilidad,
huele la sangre aun a través del vidrio,
percibe el miedo desde la cocina
y a pesar de las puertas más robustas.
Suele crecer de noche:
coloca su cabeza de tiranosaurio
en una cama
y el hocico le cuelga
más allá de las colchas.
Su lomo, entonces, se aprieta en el pasillo,
de muro a muro,
y sólo alcanzo el baño a rastras, contra el techo,
como a través de un túnel
de lodo y miel.
No miro nunca la colmena solar,
los renegridos panales del crimen
de sus ojos,
los crisoles de saliva emponzoñada
de sus fauces.
Ni siquiera lo huelo,
para que no me mate.
Pero sé claramente
que hay un inmenso tigre encerrado
en todo esto.
miércoles, 13 de julio de 2011
Perfil de Jorge Semprún
A poco de fallecer Jorge Semprún, Letras Libres solicitó, telefónicamente, a Mario Vargas LLosa sus impresiones. Aqui va la transcripción:
Como pocos escritores de su tiempo, como a Malraux, a Arthur Koestler o a Orwell, a Semprún le tocó vivir como actor, no como testigo, los grandes hechos históricos del siglo XX. Sin embargo, tuvo la capacidad, muy infrecuente en el hombre de acción, de tomar una distancia intelectual para analizar lo que vivió o escribir ficciones a partir de su experiencia histórica. No se puede separar al Semprún militante, actor en los grandes acontecimientos históricos de su siglo, del escritor y del intelectual.
Le tocó vivir la Guerra Civil española en el exilio; luego, cuando viene la Segunda Guerra Mundial, es un estudiante de filosofía y pasa muy joven todavía a militar en la resistencia; es capturado por los nazis, es torturado y es enviado a la experiencia más atroz de la época, que son los campos de concentración. Pasa casi dos años en Buchenwald y sobrevive, en cierta forma, de milagro. Luego milita en el Partido Comunista, para vivir la utopía de la sociedad sin clases, de la igualdad absoluta, y durante muchos años es un militante muy arriesgado, porque durante el franquismo lo envían a España para tratar de constituir grupos o células comunistas en Madrid, y en cada viaje se juega literalmente la vida. Son los años de su pseudónimo, Federico Sánchez, sobre los que escribió después un libro muy interesante, la Autobiografía de Federico Sánchez; luego le toca vivir también la crisis del comunismo. Se convierte en una víctima del estalinismo: es expulsado por tratar de introducir en el comunismo español el eurocomunismo, más bien democrático y abierto, lo que para él es un desgarramiento terrible, porque había consagrado toda su vida al Partido Comunista, y luego tuvo que reconstruirse ideológicamente adoptando la cultura democrática, volviéndose un crítico tan severo como Orwell o Koestler de los viejos comunistas. Y luego está su inserción en el mundo democrático: llega a ser ministro de Cultura de un gobierno socialista sin perder nunca una independencia que desde que fue expulsado del Partido Comunista lo caracterizó siempre a la hora de escribir. Al vivir de esa manera tan intensa, y como actor de los grandes hechos históricos, Semprún fue un escritor comprometido en un momento en el que ya no estaba de moda la literatura comprometida. En El largo viaje, su primera novela, habló de su experiencia concentracionaria. Pero el libro de Semprún que me parece más admirable es La escritura o la vida, una reflexión sobre la manera en que la literatura puede dar un testimonio vívido, creativo y al mismo tiempo tremendamente enriquecedor, de lo que es la experiencia de la historia.
Es un libro muy hermoso, maravillosamente escrito, muy desgarrador, porque en él se encuentra todo el drama de una vida que estuvo constantemente enfrentada a fracturas terribles.
Semprún y yo fuimos muy amigos. Y siempre fue para mí una experiencia riquísima conversar con él. Era un hombre muy discreto, no exhibía para nada esa experiencia tan intensa y tan diversa que tuvo; jamás le oí hablar, por ejemplo, de los campos de concentración, salvo una vez que me impresionó mucho, porque nunca le había visto tan conmovido. Era 1992, yo estaba viviendo en Berlín y él acababa de ir por primera vez a Buchenwald desde que estuviera preso allí dos años. Hizo escala en Berín y estuvimos conversando; estaba completamente afectado cuando me dijo: “A mí me salvó la vida un hombre ante el que tuve que registrarme la noche que llegué a Buchenwald. Se trataba de un prisionero político alemán que tomaba registro de los que llegaban a los campos.” Semprún se acordaba claramente de que ese hombre alemán le preguntó cuál era su profesión, y él le dijo que era estudiante de filosofía. Entonces, recordaba, el alemán levantó la vista e hizo un movimiento negativo con la cabeza, como diciéndole que no. Pero él insistió. Le dijo: “Sí, sí, estudiante de filosofía.” Y el alemán escribió en el registro. Pero Semprún nunca vio lo que escribía hasta que en 1992 volvió a Buchenwald y le mostraron el registro, recordó la escena y se dio cuenta de que en el rubro “profesión” el alemán había escrito “estucador”, “stukateur”, obrero del estuco. A los estudiantes de filosofía y a los intelectuales los fusilaban inmediatamente. Al hacerlo pasar como obrero le salvó la vida, y eso lo descubrió en 1992. Es la vez que vi más afectado a Semprún, quien tenía esa cosa elegante de disimular sus sentimientos. Él estaba profundamente emocionado porque descubrió medio siglo después que quien le había salvado la vida era un prisionero político alemán.
Era muy buena persona, muy buen amigo, generoso, un hombre más bien modesto y templado por esas experiencias terribles. Me ha dado pena su muerte: tengo la sensación de que desaparece un determinado linaje de escritor que ya no puede existir en el mundo de hoy.
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Jorge Semprún,
Mario Vargas llosa
martes, 12 de julio de 2011
"La Maestra"
Tiene la palabra Guillermo Sheridan:
"La Maestra" es, quizás, el símbolo más evidente de la desigualdad en México. No sólo por su riqueza personal -que al parecer no es poca- sino por su carácter plenipotenciario, por la dispensa de rendir cuentas. ¿El voto de "La Maestra" cuenta lo mismo que el mío? No: su voto se multiplica por tres millones. ¿"La Maestra" está representada como yo ante el Poder Legislativo por medio de mi diputado? No: "La Maestra" tiene su propio partido y unge diputados personales a quienes ordena aparentar que a quien representan es a mí (aunque sea yo quien les paga). ¿"La Maestra" puede ser llamada a rendir cuentas, como yo, ante las instancias judiciales o fiscales, de lo que gano o administro? No: la Constitución exenta a los sindicatos de las reglas antimonopólicas. No: el IFAI no puede requerirla, ni siquiera el Legistaltivo. Y sí: tiene poder para con un movimiento de su dedito, sumir al país en un caos superior.
lunes, 11 de julio de 2011
Deje usted de escribir y póngase a leer
… así se podría resumir, burdamente, la arenga de Guillermo Fadanelli a un joven aspirante a escritor:
Hace unos días recibí el correo de un joven que me confesaba sus deseos de ser escritor. Era una carta extensa y un tanto desesperada... Aún cuando no le he respondido creo que este joven tiene que abandonar por completo cualquier deseo de escribir ficciones y en su lugar debe ponerse a leer. La lectura requiere de paciencia y talento, y no es nada sencillo formarse como un buen lector. Al final del camino los autores que uno ha leído en su vida te acompañarán a la tumba en silencio, sin lágrimas vanas ni discursos oportunistas. Serán una buena compañía.
Harol Bloom, el enloquecido prefesor de literatura que en el Canon occidental intento organizar una ridícula olimpiada literaria, escribió en ¿Cómo leer y por qué? (vaya título pedante), algo que vale la pena: "Sólo se puede leer para iluminarse a uno mismo: no es posible encender la vida que ilumina a nadie más."... En la actualidad no necisitamos más escritores, sino un regimiento de buenos lectores que luchen contra su propia brutalidad...
En lugar de escribir historias que ya están escritas disponte a leer las biografías de Allan Poe, Heinrich Von Kleist, Lugones, Pavese, Jorge Cuesta, Horacio Quiroga, Plath, Dostoiewski, Nerval, Gogol y unos cuantos más para que te asomes a esa piscina vacía y herrumbrosa donde ya no se puede nadar.
Encuentro impertinente añadir algo más. Pero me monto en el caballo para invitarlos a asistir al Círculo de Lectores que coordino en Nuevo Laredo, para compartir algo de Blanco nocturno de Ricardro Pligia . Acompáñenme este martes, 12 de julio, a eso de las seis de la tarde, en Estación Palabra. Se pondrá bueno.
viernes, 8 de julio de 2011
Un poema de mi cosecha
Has puesto de cabeza a la razón
Mi octavo par craneal distorsiona algunas cosas
Allá fuera te dirán que todo da igual
No te fíes de la plebe, suele ser estúpida
Honesto, intelectual: un par impar
“Baila, hasta que la muerte te llame
Y diga suavemente entra”
-aconseja Michi Panero-
Inhalas el nitrito de amilo
Y la ruta se ha allanado
Has puesto de cabeza a la razón
Y en el techo una estrella
lunes, 4 de julio de 2011
Blanco nocturno
Comparto un fragmento de Blanco nocturno, trama sobre las aparencias, sobre la percepción, sobre el reconomiento:
Usted en el campo sigue el rastro de un ternero, ve las huellas en la tierra seca, sabe que el animal está cansado porque las marcas son livianas y se orienta porque los pájaros bajan a picotear en el rastro. No puede buscar huellas al voleo, el rastreador debe saber primero lo que persigue: hombre, perro, puma. Y después ver. Lo mismo yo. Hay que tener una base y luego inferir y deducir. Entonces -concluyó- uno ve lo que sabe y no puede ver si no sabe... Descubrir es ver de otro modo lo que nadie ha percibido. Ese es el asunto.
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ricardo pligia
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