Ahora que el tándem Leonora Carrington /Max Ernst está de moda, don José de la Colina nos cuenta cómo se conocieron:
Una tarde de 1937, en una sala de exposición cerca de Picadilly Circus en que contemplaba extasiada un cuadro de Turner, Leonora oyó un susurro que sobre su hombro alguien le soplaba en un francés levemente acentuado de alemán: Cet Turner, quel merde de peintre!
Furiosa, Leonora se volvió a darle al casi silbante insolente una somera lección de cultura artística, si es que no una bofetada, y se encaró con un apuesto hombre ya cuarentón, alto, rubio, de nariz aguileña y ojos claros, que la miraba y sonreía abiertamente. Y entonces ella, quizá presintiendo desde el primer momento (como en cualquier novela rosa pero esta vez de veras) que el seductor e insolente desconocido iba a ser en su vida el primer hombre importante y su primer amante y su primer verdadero maestro de pintura, también sonrió.
El hombre era Max Ernst, miembro fundador del ya muy célebre grupo surrealista que reunía a André Breton, Paul Eluard, Benjamin Péret, Robert Desnos, Luis Aragon, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Luis Buñuel y otros. Y ante la clara mirada y la franca sonrisa del hombre que la había seguido desde hacía muchas calles hasta esa exhibición de un pintor qu en verdad él detestaba, ella se prendió de su brazo y salieron juntos a la calle, compraron cucuruchos de papas fritas en un puesto esquinero y, comiéndolas, pasearon por la ‘City” bajo un encendido crepúsculo no poco turneriano y de aquellos que entusiasmaban al hacía un año fallecido Gilbert K.Chesterton (un autor favorito de Leonora aunque fuese católico y ella estuviera harta de catoliquerías).
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