Antonio Saravia me ha compartido su Tilichero, uno de los trabajos artesanales que acostumbra, en sus palabras: “Atesoro, guardo y acumulo para luego percatarme con el paso del tiempo, de que aún cuando parte de ello es sin duda lastre, también la mayor parte es simplemente combustible biográfico.”
Entre las pasiones de Saravia destaca el Teatro, por ello no extraña que formando parte de sus tiliches se cuente una carta que hacia 1901 dirigiese C. Stanislavski a un estudiante de Teatro que quería colaborar con él. Reproduzco un fragmento:
… El teatro es la tribuna más poderosa que existe; mucho más poderosa, por su influencia, que los libros o los periódicos. Pero esta tribuna ha caído en manos de la escoria de la sociedad humana que la ha prostituido. La meta que persigo es, hasta donde me alcancen las fuerzas, hacer evidente a la actual generación que el actor es un misionero de la belleza y la verdad. Para lograr esto, el actor debe saber levantarse por encima de la plebe, en virtud de su talento, o de su auto-educación o de otras capacidades. Un actor debe ser, ante todo, una persona culta, debe ser capaz de ponerse a la altura de los genios de la literatura… Para que compruebe lo que le he dicho lea “El Maestro Constructor” de Ibsen, o su “Hedda Gabler”… De modo que continúe estudiando y tendré mucho gusto en aceptarle como colaborador, pero si persiste en permanecer falto de cultura, le consideraré un enemigo del teatro y le combatiré con todas mis fuerzas.