La lectura de ciertos versos la reservo como un lujo; podría sostener que algunos poemas resumen momentos estelares de nuestra humanidad. Si los actos definen al hombre, entonces mi significado yace en la lectura de un poema; hasta el último de mis días me abismaré en su insondable misterio.
Un público minoritatio lee poemas. Aún menor es el número de los que compran libros de poesía. Me cuento en esa minoría. El último que adquirí, Poesía de Alí Chumacero, lo editó, el año pasado, el Fondo de Cultura Económica, y reune la obra poética de Chumacero.
El prólogo lo firma José Emilio Pacheco y pondera las virtudes de este morigerado autor. Como pocos, Chumacero ha entendido el valor del silencio. Su prestigio, nos dice Pacheco, crece con cada libro que no publica.
Es una dicha pasear de nuevo mi mirada en el poema que estos versos inauguran:
Yo, pecador, a orillas de tus ojos
miro nacer la tempestad.
a.a
1 comentario:
Hermosas líneas. Gracias por compartirlas.
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