Álvaro Mutis, poeta y novelista
–también coqueteó con el ensayo-, aunque nacido en Colombia, desde 1956 se estableció en la ciudad México,
por lo que no es gratuito considerarlo uno de los nuestros, falleció el pasado
22 de septiembre víctima de un problema
cardiorrespiratorio.
Recibió numerosas distinciones
por su trabajo, entre ellas podemos destacar los premios Reina Sofía y
Cervantes.
Cualquiera de sus libros me
parece recomendable. Uno de sus primeros trabajos Los elementos del desastre gusta a
todos sus lectores; los de ayer y los de ahora. Hay algo inefable en esos
versos, de humedad y de salitre, a manera de
imán. Fue en ellos donde conocí al personaje central de sus navegaciones,
Maqroll el Gaviero; alto avizor, laborioso viajero por tierras de fiebre y aventura.
Maqroll fue la conciencia del poeta, así lo vio
Octavio Paz; pero no cualquier poeta, Mutis pertenecía a la estirpe más rara, la de
aquellos que tienen “Necesidad de decirlo todo y conciencia de que nada se
dice. Amor por la palabra, odio a la palabra…
Gusto del lujo y gusto por lo esencial”.
La primera lectura que hice de la
Oración de Maqroll la equiparo a la
primera ocasión en que el cielo vi partido por un rayo. Aquí unos versos:
“¡Oh Señor! recibe las preces de
este avizor suplicante y concédele la gracia de morir envuelto en el polvo de
las ciudades, recostado en las graderías de una casa infame e iluminado por
todas las estrellas del firmamento. Recuerda Señor que tu siervo ha observado
pacientemente las leyes de la manada. No olvides su rostro”.
Si la paciencia del lector admite
otro título. También recomiendo urgentemente la lectura de Caravansary. El título de
ese poemario alude a la palabra
inglesa que define al lugar (patio o posada) donde pernoctan las caravanas. Para decirlo en corto, se trata de uno de los
poemas en prosa más hermosos de nuestra lengua; homenaje a la condición nómada
de todo aquel siempre presto a partir a otra costa, a otro horizonte, a la piadosa nada que a todos habrá de
alojarnos.
Imaginemos al grupo que conforma
una caravana mascando hojas de betel y escupiendo al suelo con monótona
regularidad. Es de noche. Arriba:
inmutables estrellas. Abajo ellos dialogan, ¿de qué platican?
“Se habla de navegaciones, de
azares en los puertos clandestinos, de cargamentos preciosos, de muertes
infames y de grandes hambrunas. Lo de
siempre”.
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