lunes, 2 de septiembre de 2013

Leer



Dos amigas se encuentran en la calle. Una de ellas va acompañada de un niño, su hijo. Mientras ellas platican el infante se entretiene deletreando los rótulos.

“-Pero ¿sabe leer?

-Por lo visto –dice la madre del pequeño.”

Aquel niño era Gabirel  Zaid, y el episodio debió ocurrir en alguna banqueta de su Monterrey natal.  Toda una vida dedicada  a la lectura han contestado afirmativamente: sabe leer.  Desde que comenzó a hacerlo no ha parado. Y cuando lo ha hecho ha sido contra su voluntad, en atención a esas distracciones y trabajos necesarios para ganar su sustento:

“Desde que comencé a Leer, la vida (lo que la gente dice que es la vida) empezó a parecerme una serie de interrupciones.  Me costó mucho aceptarlas, y a veces pienso que sigo en las mismas. Que en vez de dejar el vicio, lo llevo a todas partes. Que si, por fin, salí a la realidad (lo que la gente dice que es la realidad) fue porque también me puse a leerla”.

Para  Zaid la lectura es el alimento del que se nutre la conversación cultural y la cultura  aquello que hace del mundo un lugar habitable. A lo largo de los años ha venido escribiendo sobre la lectura en diferentes obras. Ante la dispersión de esos materiales había la necesidad de recogerlos  en un solo volumen.  La buena noticia es que ya contamos con ese libro, se  llama Leer (editado por Océano en 2012) y estuvo  al cuidado de Fernando García Ramírez.

Un acierto de García Ramírez fue incluir no sólo los ensayos que respaldan la idea generalizada de la lectura libresca, sino también aquellos que constatan una fidelidad  de Zaid: la lectura de la vida. La lectura de la realidad. Leer también es observar, descifrar interpretar lo que nos rodea.  Citando a Fernando García Ramírez: “Hay quienes ven pasar personas delante de su ventana como si se tratara de un paisaje y hay quienes, a partir del examen detenido de esas personas, se percatan de que nada en la marcha de esos individuos es gratuito, que todos van o vienen, rápido o lento; que todo  es susceptible de tener sentido, si  lo saben interpretar.”

Algo que valoramos en los ensayos  de Zaid es que sus críticas no se quedan en la queja.  Cuando se topa con un problema, además de examinarlo,   suele acompañar su juicio con una propuesta  a manera de solución.  Abundan los ejemplos: el regreso a la labor artesanal (“No sobran campesinos: sobran agricultores”), el desarrollo de microcréditos,  el reparto de dinero en efectivo a los desfavorecidos evitando el gigantismo burocrático.

En  Leer encontraremos las ideas que Zaid tiene sobre la lectura; el análisis práctico de algunos poemas; su defensa de la cultura libre (por Cultura Libre Zaid entiende el saber ácrata y disperso, ajeno a las Universidades, la Iglesia o cualquier otra institución) como la gran organizadora de la conversación universal; y su ya comentada lectura de la realidad.

El conocimiento de Gabriel Zaid es un saber eminentemente práctico. No tiene nada en común con la holgazanería bohemia.  “¿Hay razón –se pregunta-  en suponer que los poetas pierden la inspiración si practican seriamente algún deporte, llegan puntualmente a sus citas o saben administrar un presupuesto?” Contar, entre nosotros, con alguien como él es una rareza, un lujo.

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