Dos amigas se encuentran en la calle. Una de ellas va
acompañada de un niño, su hijo. Mientras ellas platican el infante se
entretiene deletreando los rótulos.
“-Pero ¿sabe leer?
-Por lo visto –dice la madre del pequeño.”
Aquel niño era Gabirel
Zaid, y el episodio debió ocurrir en alguna banqueta de su Monterrey
natal. Toda una vida dedicada a la lectura han contestado afirmativamente:
sabe leer. Desde que comenzó a hacerlo
no ha parado. Y cuando lo ha hecho ha sido contra su voluntad, en atención a
esas distracciones y trabajos necesarios para ganar su sustento:
“Desde que comencé a Leer, la vida (lo que la gente dice que
es la vida) empezó a parecerme una serie de interrupciones. Me costó mucho aceptarlas, y a veces pienso
que sigo en las mismas. Que en vez de dejar el vicio, lo llevo a todas partes.
Que si, por fin, salí a la realidad (lo que la gente dice que es la realidad)
fue porque también me puse a leerla”.
Para Zaid la lectura
es el alimento del que se nutre la conversación cultural y la cultura aquello que hace del mundo un lugar habitable.
A lo largo de los años ha venido escribiendo sobre la lectura en diferentes
obras. Ante la dispersión de esos materiales había la necesidad de
recogerlos en un solo volumen. La buena noticia es que ya contamos con ese
libro, se llama Leer (editado por Océano
en 2012) y estuvo al cuidado de Fernando
García Ramírez.
Un acierto de García Ramírez fue incluir no sólo los ensayos
que respaldan la idea generalizada de la lectura libresca, sino también
aquellos que constatan una fidelidad de
Zaid: la lectura de la vida. La lectura de la realidad. Leer también es
observar, descifrar interpretar lo que nos rodea. Citando a Fernando García Ramírez: “Hay
quienes ven pasar personas delante de su ventana como si se tratara de un
paisaje y hay quienes, a partir del examen detenido de esas personas, se
percatan de que nada en la marcha de esos individuos es gratuito, que todos van
o vienen, rápido o lento; que todo es susceptible
de tener sentido, si lo saben
interpretar.”
Algo que valoramos en los ensayos de Zaid es que sus críticas no se quedan en la
queja. Cuando se topa con un problema,
además de examinarlo, suele acompañar
su juicio con una propuesta a manera de
solución. Abundan los ejemplos: el regreso
a la labor artesanal (“No sobran campesinos: sobran agricultores”), el
desarrollo de microcréditos, el reparto
de dinero en efectivo a los desfavorecidos evitando el gigantismo burocrático.
En Leer encontraremos
las ideas que Zaid tiene sobre la lectura; el análisis práctico de algunos
poemas; su defensa de la cultura libre (por Cultura Libre Zaid entiende el
saber ácrata y disperso, ajeno a las Universidades, la Iglesia o cualquier otra
institución) como la gran organizadora de la conversación universal; y su ya
comentada lectura de la realidad.
El conocimiento de Gabriel Zaid es un saber eminentemente
práctico. No tiene nada en común con la holgazanería bohemia. “¿Hay razón –se pregunta- en suponer que los poetas pierden la
inspiración si practican seriamente algún deporte, llegan puntualmente a sus
citas o saben administrar un presupuesto?” Contar, entre nosotros, con alguien
como él es una rareza, un lujo.
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