Era la reunión de fin de año, en el domicilio del matrimonio Hinojosa - Deándar, el notario Albino Salinas preguntó sobre el autor, de los leídos en el año en el Círculo, del que guardaba particularmente recuerdo.
No medité tanto la respuesta y conferí a mi comentario un aire de naturalidad. Onetti, sin duda. El centenario del uruguayo fue un buen pretexto para revisitar su obra. En mi memoria no se apaga la miseria de sus personajes cariacontecidos y terribles. De manera que no olvido ese estilo seco, casi cruel, pero altamente literario.
Entre las actividades que Mario Vargas Llosa desplegó en la pasada FIL de Guadalajara se cuenta la presentación de El viaje a la ficción. El ensayo donde el peruano aborda la vida y obra del creador de Santa María. En esa ocasión Vargas Llosa recordó las circunstacias en las que coincidió con Onetti en San Francisco. Aquella vez hablaron de sus partìculares hábitos de escritura; mientras que el primero se autoimpone el ejercicio de escribir todos los días; el segundo sólo lo hacìa cuando se sentía impelido; Onetti expresó tal diferencia en estos términos: Mario estaba casado con la literatura; él, en cambio, mantenía con ella relaciones adúlteras.
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Intercambios: Se lo leí a Catón: "Los mexicanos decimos "gis", vocablo de origen español, vía el latín; y en España se dice "tiza", palabra mexicana con raíz del náhuatl".
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