Pasada la navidad, en compañía de Mamá, Lorena y Rubén visité Pantanos de Centla. Tomamos la carretera que va de Villahermosa a Frontera; rebasados unos 80 kilomentros alcanzamos la, por el volumen de su descarga, cuenca hídrológica más importante de mesoamérica. Esos humedales, filtro natural de las aguas dulces que van al mar, que en esencia toman parte del municipio que les da nombre, más algo de Jonuta y Macuspana, abarcan poco más del 12% del territorio tabasqueño y por su incuestionable importancia en 1992 fueron declarados Reserva de la Biósfera.
De suave belleza resultaron los dos o tres canales que recorrimos en lancha e imponente, esa es la palabra, la bifurcación conocida por los lugareños como 3 brazos; el punto donde confluyen los ríos San Pedro, Grijalva y Usumacinta.
Cualquier amante de la flora y fauna tendrá un festín: abundan reptiles de la región como la iguana y el garrobo; quelonios sin los cuales tabasco no se entiende: pochitoques, hicoteas, guaos; diversas garzas y cormoranes (el pato buzo de nosotros los chocos) y mucho más. Mi ignorancia en la materia acorta este párrafo.
En esa abundancia que se antoja infinita no es difícil ser feliz; sin embargo, por razones que atribuyo a mi salvaje corazón pensé en como el amor a un mismo tiempo golpea y acaricia; recordé unos versos de Gorostiza que desde hace años me acompañan. Cito de memoria:
Tiene el amor feroces galgos morados
pero también sus mieses
también sus pájaros