Es muy probable
que Integra se perfile como uno de
los momentos estelares de las letras hispanoamericanas. Con ese título se
agrupa, bajo el cuidado editorial de Fabianne Bradu, la obra poética completa
de Gonzalo Rojas.
En la
presentación de ese volumen en Santiago de Chile, el también poeta Raúl Zurita
pronunció un discurso (Letras Libres, en su número 176, lo reproduce) en donde
además de lo obvio, destacar la grandeza de Rojas, divaga sobre los posibles
nombres que pudo tener el libro.
Por principio,
debo decir que el nombre me parece acertado. Integra nos remite a la idea de totalidad, inherente a las obras
completas y, además, al modo de obrar honrado, recto.
Zurita concuerda
con esa idea general y participa un
título que a su juicio pudo quedar bien: “Las resurrectas estrellas”
(por aquello de que aunque extintas su luz nos sigue llegando).
Blanca Varela tenía el deseo de titular su
primer poemario Puerto Supe. A su amigo Octavio Paz ese nombre le parecía inadecuado. Tratando de ganar su
simpatía, Blanca le comentó: “Pero, Octavio, ese puerto existe”. Paz, intuyó,
enseguida, que había dado con el título; así, finalmente, el libro terminó
llamándose Ese puerto existe.
¿Qué se esconde
detrás de un título? Acaso la
voluntad de abarcar en pocas palabras,
sino es que letras, la intención final del autor. Nombrar es inherente al
hombre, lo viene haciendo desde el primer Adán; a veces con fortuna, otras no
tanto.
Un par de
lectores bienintencionados me han dicho que el título de mi columna les parece
arcaico. Tienen razón, esa palabra ya no circula. Al vocablo Palimpsesto el
diccionario concede la siguiente
entrada: “Tablilla antigua en que se podía borrar lo escrito para volver a
escribir”. Escribir sobre lo escrito: esa es la idea.
Retomando a
Zurita: no deja de molestarle un, a su juicio, mal título de Rojas. Gonzalo se empeñó en
titular Esquizotexto un poema escrito luego de escuchar hablar a una interna de
una clínica psiquiátrica. Para Zurita ese
guiño inicial conduciría al lector a una conclusión facilona “claro, así
hablan los locos”; por eso apuntó: “Amo ese breve poema y todavía me duele ese
título”. ¿Le asiste la razón? Reproduzco el poema para que sea el lector quien
juzgue. Tómenlo como un regalo, como una estrella resurrecta.
“Tengo 23, soy
modista, soltera, cómico todo
y tan raro, hablo
contigo, camita: de una vez dímela, por
qué no me la dices la Gran
Verdad, la gran
revolución: que vamos a ser piedras,
plantas
clarividentes, todo porque los árboles
serán barcos y en los trenes viajará el
Espíritu y
del cuerpo se hará miel,
la
enfermera es la nube.”