viernes, 11 de octubre de 2013

Searching for sugar man


En la pasada entrega de los Premios de la Academia,  Searching for sugar man,    del  director sueco Malik Bendjelloul,  se alzó con el Oscar al mejor largometraje documental. Buscando a sugar man, o como sea que la nombren entre nosotros,   cuenta la historia de las circunstancias del segundo aire de un misterioso cantante norteamericano de raíces hispanas.

Nacido en Detroit, Michigan, en 1942, de padres inmigrantes mexicanos,   Sixto Rodríguez  es un compositor  cuyas  canciones lisa y llanamente pasarán a la historia  por el poder persuasivo de sus letras, las cuales  guardan un aire de familia con las de Bob Dylan.

En  los sesenta se desempeñaba cantando en bares de Detoit; a finales de esa década es contratado para grabar un disco,  lanzado al mercado en 1970 llevó por nombre Cold Fact. A partir de ese momento firmaría sus trabajos utilizando únicamente su apellido, Rodríguez.  Ni esa producción ni la que le siguió, Coming from Reality  (1971) obtuvieron éxito comercial en Estados Unidos.

Sin embargo, en las lejana  Sudáfrica el talento de Rodriguez fue apreciado por multitudes. Pertenece a la esfera del misterio la explicación del fenómeno; pero se barajan hipótesis. Cuenta la leyenda  que allá por los setenta  una chica norteamericana visitó a su novio afincado en Ciudad del Cabo; ella llevaba consigo Cold Fact. No es improbable que de ese modo se haya introducido nuestro personaje  en el mercado sudafricano.

Los jóvenes castigados por el apartheid  conectaron con las letras de Rodríguez y tomaron como suyas las protestas de sus canciones. El paso de los años incrementaría la popularidad de Rodriguez. Su álbum Cold Fact fue adoptado como símbolo en la lucha contra el poder opresor de aquella nación africana.  Sus canciones, como era de preverse, fueron prohibidas y censuradas en la radio pues no solamente avivaban el descontento sino que promovían prácticas ilegales, tal era el caso de una de las más populares,  Sugar Man:

“Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane

No se requiere mucha elucubración  para entender que Sugar Man es un eufemismo para aludir al dealer.

En una época anterior a las redes sociales, Rodríguez, como pocos, padeció las veleidades de la popularidad. Fue famoso ignorando que lo era.   Con el tiempo se esparció el rumor de que  en un concierto, ante una audiencia poco receptiva, se había suicidado.

Toda intriga genera sus detectives: promediaban los noventa cuando dos entusiastas del trabajo de Rodríguez, Stephen Segerman y Craig Strydom,  investigaban la identidad del músico. Segerman había detectado que la popularidad  en el país natal de Rodríguez era ínfima sino que inexistente.  Siguieron la pista del dinero, una pesquisa llevó a otra, hasta dar con la revelación mayor: Rodríguez aún vivía y trabajaba como obrero.

Al descubrimiento siguió el contacto directo y la posterior invitación a viajar a Sudáfrica para ofrecer conciertos. Sin embargo, poco cambió en la vida del cantante; las mieles del éxito le sorprenden cansado y con glaucoma. El dinero que ganó en los últimos años, informa el documental, lo dio a parientes y amigos. Continuó viviendo en su humilde casa en el centro de Detroit y forma parte de esa ciudad venida a menos que no hace mucho se declaró en bancarrota.

 

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