martes, 11 de octubre de 2011

La clase muerta



Dos relatos constituyen La clase muerta, de Mario Bellatin, en el primero de ellos, Biografía ilustrada de Mishima, el célebre autor japonés, descabezado, zurce pasajes de su vida y los enhebra con episodios que asociamos a Bellatin (muy concretamente, las menciones a la talidomida, el fármaco que tomó su madre durante el embarazo, causante de la malformación congénita en su antebrazo derecho).

Este libro no es para nosotros si no aceptamos que la historia sea relatada por un decapitado; por cierto, hay un pasaje que se me antoja reproducir porque veo en él un atributo lo mismo cultivado por Mishima que por Bellatin, la exhaltación del vacío:

Después del fracaso que significó no encontrar una cabeza profesional, Mishima pensó que quizá aquella falta podría enmendarse buscando algo que contuviera la esencia de una artificialidad extrema. No pensaba que lograría algo en ese sentido recurriendo al campo de la ortopedia. Sabía que en ese ámbito, por lo general, en lugar de resaltar lo falso se trataba de esconderlo. Allí estaban para corroborarlo los bisoñés, los ojos de vidrio y las manos de amarillentas pieles de plástico que se ofrecían en los negocios especializados.


Como en otras historias de Bellatin, lo narrado puede parecernos extraordinario, sórdido... absurdo pero también inquietante, pero también colmado de imágenes sugerentes. Me quedo con una, Mishima desde su búngalo contempla el paisaje: Bosques, campos de cultivos, un desierto que se confunde con el mar.

jueves, 6 de octubre de 2011

Versos de Tranströmer



El Nobel para el poeta sueco Tomas Tranströmer es la noticia literaria del día. Otro galardonado que me pilla en la ignorancia de su obra:

La cultura es una estación
de caza de la ballena, donde el extraño, caminando
entre blancas vigas y niños que juegan,
percibe, sin embargo, a cada respiración,

la presencia del gigante caído.

lunes, 3 de octubre de 2011

García Márquez y Vargas Llosa



"Puta de poetas y novelistas" de ese modo se refería Octavio Paz a la Revolución. Frente a ella dos caminos: el culto o la crítica. Dos eminentes narradores latinoamericanos, nos recuerda Enrike Krauze, han encarnado esas actitudes:

Como tragedia y como farsa, los fantasmas redentores del poder y el dogma siguen rondando la vida latinoamericana. Ningún empeño por exorcizarlos se compara al de Mario Vargas Llosa. Su liderazgo intelectual y moral ha sido indiscutible. En sus obras, como expresó el comité que le otorgó en 2010 el Premio Nobel, Vargas Llosa ha construido una "cartografía de las estructuras de poder y el reflejo de éstas en la resistencia del individuo, en su rebelión y su derrota". Su tema central -su obsesión, su misión- ha sido la minuciosa y apasionada crítica de ese poder: el poder de los fanatismos de la identidad (racial, nacional, ideológica, religiosa) y el poder de los dictadores militares o revolucionarios, los "Chivos" del continente, a quienes detesta por razones casi genéticas. En ese sentido, su trayectoria contrasta con la de Gabriel García Márquez, el otro gran novelista latinoamericano en cuya obra no es difícil advertir una marcada veneración por el hombre fuerte a partir de la cual se comprende su prolongado servicio a la Revolución cubana y a su amigo, el redentor inmortal.