lunes, 29 de agosto de 2011

Sobre el oficio de escribir



Me acabo de enterar, la FIL premia este año el talento de Fernando Vallejo. Me alegra que se reconozca el trabajo de este autor tan entrañable como provocador. Aqui sus palabras sobre el oficio de escribir:

Casi nadie sabe el oficio de escribir, y los pocos que lo saben no lo enseñan. Manuel Mujica Láinez o Carpentier, por ejemplo, no le enseñaron nada a nadie. E hicieron bien, ellos estaban ocupados escribiendo, y el que no sepa escribir que se joda.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Una sola sombra larga



"Una sola sombra larga" es el título del primer capítulo de "El ruido de las cosas al caer", de Juan Gabriel Vásquez, procede de un Nocturno de José Asunción Silva; el siguiente:

Una noche
Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
Una noche
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
A mi lado lentamente, contra mí ceñida toda, muda y pálida,
Como si un presentimiento de amarguras infinitas,
Hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
Por la senda florecida que atraviesa la llanura
Caminabas,
Y la luna llena
Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
Y tu sombra
Fina y lánguida,
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectadas,
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban,
Y eran una,
Y eran una,
Y eran una sola sombra larga
Y eran una sola sombra larga
Y eran una sola sombra larga...
Esta noche
Solo; el alma
Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
Separado de ti misma por el tiempo, por la tumba y la distancia,
Por el infinito negro
Donde nuestra voz no alcanza,
Mudo y solo
Por la senda caminaba...
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida,
Y el chillido
De las ranas...
Sentí frío; era el frío que tenían en tu alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
Entre las blancuras níveas
De las mortuorias sábanas,
Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte
Era el frío de la nada,
Y mi sombra,
Por los rayos de la luna proyectada,
Iba sola,
Iba sola,
Iba sola por la estepa solitaria
Y tu sombra esbelta y ágil
Fina y lánguida,
Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
Como en esa noche llena de murmullos de perfumes y de músicas de alas,
Se acercó y marchó con ella
Se acercó y marchó con ella...
Se acercó y marchó con ella...¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con
[las sombras de las almas...
¡Oh las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lágrimas!...

jueves, 18 de agosto de 2011

Nosotros




En "Señales que precederán al fin del mundo", de Yuri Herrera, se cuenta la historia de una chica que cruza ilegalmente la frontera. Inevitable resulta su careo con la autoridad del otro país y estas son sus palabras:

Nosotros somos los culpables de esta destruccón, los que no hablamos su lengua ni sabemos estar en silencio. Los que no llegamos en barco, los que ensuciamos de polvo sus portales, los que rompemos sus alambradas. Los que venimos a quitarles el trabajo, los que aspiramos a limpiar su mierda, los que anhelamos trabajar a deshoras. Los que llenamos de olor a comida sus calles tan limpias. Los que trajimos violencia que no conocían, los que transportamos sus remedios, los que merecemos ser amarrados del cuello y de los pies; nosotros, a los que no nos importa morir por ustedes, ¿cómo podía ser de otro modo? Los que quien sabe qué aguardamos. Nosotros los oscuros, los chaparros, los grasientos, los mustios, los obesos, los anémicos. Nosotros, los bárbaros.

viernes, 12 de agosto de 2011

Saldos de una rifa de pueblo cuando agoniza el verano



Basta de sentirnos especiales; no lo somos en absoluto, parece decirnos Javier Marías en Los enamoramientos. No se nos elige por particularmente extraordinarios sino porque era lo que había, y a otra cosa. Leamos:

No podemos pretender ser los primeros, o los preferidos, sólo somos lo que está disponible, los restos, las sobras, los supervivientes, lo que va quedando, los saldos, y es con eso poco noble con lo que se erigen los más grandes amores y se fundan las mejores familias, de eso provenimos todos, producto de la casualidad y el conformismo, de los descartes y las timideces y los fracasos ajenos, y aún así daríamos cualquier cosa a veces por seguir junto a quien rescatamos un día de un desván o una almoneda, o nos tocó en suerte a los naipes o nos recogió de los desperdicios; inverosímilmente logramos convencernos de nuestros azarosos enamoramientos, y son muchos lo que creen ver la mano del destino en lo que no es más que una rifa de pueblo cuando ya agoniza el verano.

jueves, 4 de agosto de 2011

Theroux en tren



Mundialmente conocido por sus crónicas de viajes, Paul Theroux viajó, en la década de los 70, en tren de Boston a la Patagonia. A México entró por Nuevo Laredo. Así lo cuenta Emilio Rivaud Delgado, en un blog de Letras Libres:

Theroux entra a México por Nuevo Laredo, donde aborda el Águila Azteca, “un tren exprés con buena reputación” que va a la Ciudad de México. Antes de subir al vagón, el revisor marca su maleta con una línea de lápiz labial, y le dice: “esta es la aduana”. Minutos más tarde, el mismo revisor entra a su camarote con una bolsa de papel. “Nomás la voy a poner acá arriba”, dice. El escritor le pregunta qué hay adentro. “Unas cosas”, contesta el revisor quien, a pesar del recelo muy comprensible del escritor, acaba saliéndose con la suya. “No hay problema, usted es turista”, le asegura.

“México estaba lleno de gente con uniformes ambiguos”, medita el escritor desde el vagón comedor cuando ve pasar a tres individuos “con bigotes, macanas, pistolas”. Poco después, un revisor le avisa que esos policías lo buscan en su camarote. Uno le pide sus papeles, los revisa, le pregunta si la bolsa es suya. Aunque entiende español, Theroux finge no hacerlo, dice que ya pasó aduana, que es un turista. Al oír esa palabra, el policía parece defraudado. “¿Así que todo esto es suyo, incluyendo ese paquete de allá arriba?”. “¿Qué quiere ver exactamente?”, le pregunta Theroux. El uniformado “Volvió a ver la bolsa. La apretó. Adentro hubo un sonido metálico. Tenía sus sospechas, y estaba triste porque sabía que, como turista, yo tenía derecho a la privacidad. El revisor conocía el sistema”. Los bigotones le desean buen viaje antes de retirarse.

martes, 2 de agosto de 2011

Hemingway: una anécdota.




Hemingway, se sabe, participó en ambas guerras mundiales. Wikipedia recoge una anécdota de la segunda:

(en una) misiva enviada a su editor, Charles Scribner, en agosto de 1949 - cuatro años después de finalizada la Segunda Guerra-, relató: "Una vez maté a un kraut de los SS particularmente descarado. Cuando le advertí que lo mataría si no abandonaba sus propósitos de fuga, el tipo me respondió: Tú no me matarás. Porque tienes miedo de hacerlo y porque perteneces a una raza de bastardos degenerados. Y además, sería una violación de la Convención de Ginebra. Te equivocas, hermano, le dije. Y disparé tres veces, apuntando a su estómago. Cuando cayó, le disparé a la cabeza. El cerebro le salió por la boca o por la nariz, creo".

lunes, 1 de agosto de 2011