jueves, 29 de octubre de 2009

Breve

Anton Chéjov anticipó un estilo:

Qué curioso, ahora tengo una manía por la brevedad. Cualquier cosa que leo -mis propios trabajos y los de otros-, todo me parece que no es lo suficientemente breve.

martes, 27 de octubre de 2009

Si digo pájaro



Tirado en la tumbona, a un lado de la piscina del Hotel, repaso los versos que acabo de leer:

¿Por qué si digo pájaro
me enciendo
y cuando digo ave me intimido?
Digo pájaros y pienso
en vuelos cortos,
no en migraciones,
en los esfuerzos para hacerse un nido;
digo pájaro y me embosco,
me enarbolo
y me ensombrezco,
y al decir ave me remonto,
pierdo la sombra y subo,
subo,
y sólo la curvatura de la tierra,
que no siento,
corrige
este elevarme sin descanso, traduciendo
el ave que hay en mí en un pájaro
que busca, en otro clima, un árbol.

Y pienso para mí, ya pájaro, ya ave, Morábito, autor de los versos, es un poeta aéreo. En la distancia, pero no muy lejos, los volcanes y el lago. El lago.

Lago Atitlán, Guatemala (Verano 2009)

martes, 13 de octubre de 2009

Lake Tahoe




En la pasada entrega de los Arieles se coronó como mejor película al segundo largometraje del joven realizador Fernando Eimbcke, Lake Tahoe. Al igual que en su ópera prima, Temporada de Patos, su reciente producción se caracteriza por eso que podríamos llamar ars narrativa de Eimbcke: historias en donde aparentemente no ocurre nada, tramas sencillas casi íntimas, manejo de actores ajenos al candelero. Entre los aciertos de Eimbcke hay que destacar su manifiesta intención de subordinar los acontecimientos a la percepción de los mismos; contribuye a este fin el uso, por momentos abuso, del fade a negros, y los planos abiertos de las tomas.

Lake Tahoe cuenta un día y poco más en la vida de Juan, un chico que debe liárselas con la reciente muerte de su padre. No vemos gimoteo por la pérdida, acaso desconcierto. La madre se ha tirado al llanto, su hermanito apenas entiende bien a bien qué está pasando. Juan conduce su automovil, choca contra un poste, necesita reparar la avería, en el proceso conocerá a tres personajes (un viejo y su perro, una madre soltera con aspiraciones de cantante rock, un joven mecánico adorador de las artes marciales) y eso es todo.

La historia tiene como marco el puerto yucateco de Progreso y su inconfundible paisaje peninsular. ¿Qué tiene que ver con esto la región que hermana a los estados de Nevada y California, Lake Tahoe: nada... o, para decirlo en el lenguaje de Eimbcke, aparentemente nada.

a.a

lunes, 12 de octubre de 2009

Millenium



El hombre de la foto en vida llevó el nombre de Stieg Larsson, probablemente el escritor sueco más famoso en este momento. A manera de señas particulares, El País publicó bajo la firma de Juan Diego Quesada lo siguiente:

Stieg Larsson trabajaba como periodista para la revista Expo, especializada en temas de inmigración y racismo y a la ves escribía las novelas. Dormía muy poco, un par de horas, fumaba cada día tres cajetillas de Marlboro Light y tomaba una veintena de cafés. Le encantaba la comida basura. Vivía en un apartamento de 56 metros... Manejaba poco dinero y el que tenía lo gastaba en la revista. Apenas le daba importancia a las cosas materiales. Se pasaba las noches escribiendo en su MacBook blanco, al igual que hacía cuando era niño, pero esta vez de una forma más silenciosa. El día que murió de un ataque al corazón, el 9 de noviembre de 2004, Stieg Larsson dejó tres libros terminados en la editorial Norstedsts. Esto es lo que había firmado con la compañía. En su cabeza tenía pensada una saga de siete libros.


Se sabe que incluso hay avanzadas poco más de docientas páginas de lo que sería la cuarta parte de la saga pero su publicación peligra por un pleito establecido entre los herederos del escritor y la que fuera su compañera por más de tres décadas pero con la que nunca llegó a casarse.

Larsson ilustra el poco común caso del escritor que cobra fama póstuma y que en vida vivió en aprietos económicos sin llegar a disfrutar las regalías de los millones de ejemplares que sus obras colocarían por el mundo. Me hace recordar, guardadas las proporciones, el caso de John kennedy Toole y su novela La conjura de los necios.

"Acabo de pasar unas semanas, con todas mis defensas críticas de lector arrasadas por la fuerza ciclónica de una hisotia" El de la voz es Mario Vargas Llosa y la ficción que motiva su entusiasmo es, precisamente, la trilogía Millenium de Larsson. Y es que si a uno le da por leer Los hombres que no amaban a las mujeres muy probablemente continuará leyendo La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire pues es dificil desentenderse de la adicción generada por esas novelas que tiene como marco una Suecia inopinada donde medran empresarios rapáces y políticos prevaricadores.

Millenium no es, hay que decirlo, Tu rostro mañana de Javier Marías, por citar un ejemplo categórico. Millenium está por momentos escrita con desaliño y no se sumerge en honduras reflexivas; sin embargo, se lee con la misma felicidad conque leímos Los tres mosqueteros o cualquier otra novela de aventuras o serie negra. De manera que me sumo a los que simpatizan con la saga del sueco y adelanto que no me interesa entrar en animosidades con los malquerientes de la misma, que los habrá.

Un hecho incontrovertible es la galería de personajes involvidables con las que estas tres novelas contribuyen a la literatura; sobremanera uno: Lisbeth Salander, su protagonista; una chica como muchas de la hora, con tatuajes, piercings, independiente, insumisa, y no del todo políticamente correcta; cualquier solitario la amará.

a.a

jueves, 8 de octubre de 2009

Pétalos



El crítico Rafael Lemus recibió de modo exhaltado la publicación de Pétalos, libro que reune seis cuentos de Guadalupe Nettel, al menos dos de ellos, el que da nombre al libro y Bonsai, le parecían dignos de cualquier antología. Es infrecuente el elogio en Rafel Lemus: cuando lo brinda hay que prestar atención.

Antes de Pétalos, Guadalupe Nettel (ciudad de México, 1973) había publicado la novela El huésped, también bajo el sello de la editorial Anagrama. En uno y en otro se impone el carácter de una escritora poco ordinaria.

Pétalos cuenta las andanzas de un tipo por los baños de mujeres de París aguzando, no la vista del vouyer, sino el sentido del olfato. Y así, en todos los cuentos desfilan personajes anodinos pero cultivadores de extrañas manías.

Me parece que Nettel trabaja exitosamente sus historias prestando atención a la atmósfera en que se desarrollan las diversas tramas y, no menos importante, en la creación de personajes extravagantes.

¿Influencias? Ningún secreto, Nettel las ha hecho públicas: Cortázar, Murakami, Bellatin... Al igual que el último de los citados Nettel pareciera profesar un credo: "Que otros enfonquen el centro, yo alumbraré la perifieria".

Leer a Guadalupe Nettel: un enorme gusto.

a.a